Capitulo 2: Lo que dice el corazón.

El amor en pareja es complicidad, confianza y fraternidad, son acciones y no solo palabras que con los años comienzan a tomar su rumbo, que nos hacen admirar a la persona amada, nos crean sentimientos positivos, no arrepentimientos.

—Pero que veo aquí, mis sobrinos están desanimados, ¿Qué les hizo su padre? —Mi mejor amigo estaciona su convertible rojo en el paradero de autobuses que mis hijos y yo esperábamos, retira sus lentes de sol y nos observa sonriendo y yo cruzo los brazos.

—Héctor, creí que tenías un caso en media hora, iremos en autobús, no quiero desviarte de tu camino—respondo aun sosteniendo la mochila de mis hijos, pero mi mejor amigo solo sonríe y niega con la cabeza.

—Pospusieron la audiencia de hoy, suban niños, iremos a comer algo rico y luego a ver películas, ¿Les parece? —pregunta, mis hijos aplauden emocionados y yo continuo en silencio.

—Tienen exposición el día de mañana, Sara me pidió que les ayude con el tema. No quiero que piense que soy un irresponsable, te lo agradezco Héctor, pero iremos avanzando primero.

—Venga hermano, ella ya piensa que eres un irresponsable, las tareas se hacen después, míralos, ellos tienen más decisión que tú. —mis hijos me observan expectantes y les indico que suban.

—¡Sí! —exclaman en unísono.

—¿No vienes con nosotros? —pregunta y yo asiento desanimado.

Me siento en el asiento del copiloto y me coloco el cinturón de seguridad, mi mejor amigo presiona varios botones de la guantera de su auto y en segundos el techo se abre y algo de música electrónica resuena en el interior del auto.

Suspiro cuando inicia su marcha y recuesto mi cabeza en la ventana.

Toda ira bien, solo nos divertiremos un poco, regresaremos a tiempo.

—Carlos, hijo, despierta—susurro palmeándole el hombro, pero está profundamente dormido. —Te dije que tardaríamos demasiado.

—No es tan tarde, recién son…—observa la hora en su celular y me observa forzando una sonrisa—Si nos pasamos, es casi media noche.

Suspiro molesto y después de unos minutos logro despertarlos.

—Yo los llevaré a descansar, cierra la puerta principal—asiento de mala gana volviendo al primer piso, pero el sonido de una llamada entrante de mi celular me alarma.

—Estoy perdido—Desordeno mi cabello al ver que es de mi esposa—Hola Sara, ¿qué tal todo?

—¿Los niños están dormidos ya? —pregunta —Espero que les hayas ayudado con ese proyecto, es su nota final.

—Sí, ya lo terminaron—miento cerrando los ojos. —Confía en mi Sara, yo me encargaré de llevarlos a la escuela.

—Bien, espero que así sea, Pablo, tienes que pasar más tiempo con tus hijos.—dejo de observar a mis hijos cuando escucho mi nombre—Yo… en serio quiero confiar que puedes cuidarlos bien, no dejes que estén en la calle con el idiota de Héctor, buenas noches—Sin dejar que le responda, finaliza la llamada.

—Jamás mi amor—susurro enojado. —Porque sigues haciendo todo mal Pablo.

—Listo hermano, ya se durmieron mis sobrinos—Héctor baja del segundo piso con una sonrisa ladina y suspiro frustrado.

—No dormiremos, terminaremos ese proyecto—le informo y dejo los materiales sobre la mesa del comedor y aunque trata de negarse, lo obligo a ayudarme.

—¿Y si compramos uno hecho? —pregunta tratando de limpiar sus manos, niego mientras comienzo a pintar lo que he dibujado en la cartulina de mi pequeña—¿En serio tú les dejaste esta tarea? —vuelve a preguntar y solo suspiro cuando se queja.

—Esta será una larga noche—me quejo abrumado y le doy un sorbo a mi café, aun escuchando las quejas y bromas pesadas de mi mejor amigo.



—Bien chicos, disfruten su fin de semana y no olviden realizar las actividades del libro de comunicación, cuídense—indico observando a mis alumnos de tercer año. Los adolescentes recogen sus pertenencias mientras salen del aula y se despiden de mí.

—Profesor Pablo— respondo un , «sí dime», sin quitar mi vista de mi laptop—¿Me llevarás a casa? —enarco una ceja confundido, pero sonrió al ver a mi hijo.

—Ven aquí campeón, primero iremos por tu hermana, aunque deben ir con su mamá, el fin de semana la pasaremos juntos—recojo mi maletín y guardo mi laptop en su estuche, mi hijo asiente desanimado y ambos salimos del aula de clases.

—Pero papá, esta semana no estaremos en casa.

—Seguro Cristel ya debe estar impaciente porque… ¿No estarán en casa? ¿Visitarán a los abuelos? —pregunto deteniendo mi paso, mi hijo niega con la cabeza. —Ahora me explicas eso, vamos por tu hermana.

Él baja muy rápido hasta el primer piso y veo que se asoma al aula de su hermana y ella lo abraza desordenando su cabello. Sonrió al ver lo unidos que son y pensar que cuando eran pequeños no se toleraban.

—Oh, es cierto papi, no puedes venir con nosotros este fin de semana, mami dijo que no estaremos.

—Sí, Carlitos ya me lo dijo—Indico observando a mis hijos. —Los llevaré con su madre, deben tener hambre, luego me cuentan como les ha ido hoy.

Los tres nos dirigimos al patio principal, mis colegas que se desplazan por las instalaciones del plantel me saludan en el trayecto y yo solo les devuelvo el saludo al igual que mis hijos.

—¡Mami! —trato de acomodar mis pertenencias al ver que mi pequeña corre a la puerta principal y mi hijo la sigue al encuentro de mi esposa. Sonrió al verlos a los tres juntos y felices. Pero cuando Sara y yo intercambiamos miradas, el ambiente se tensa y solo desvió la mirada, evitando incomodarla.

—Vamos a almorzar todos juntos—exclama mi hijo y su hermana asiente sosteniendo mi mano izquierda y Carlos la mano de su mamá cerrando el pequeño círculo.

—Yo no tengo problemas, podemos conversar un poco—respondo, pero Sara sigue en silencio.

—Está bien, vayamos todos juntos—responde mi esposa y mis hijos nos abrazan, pero como no podemos celebrar antes de tiempo, llegan los contratiempos.

—Profesor Pablo disculpé que lo interrumpo, pero el director me indica que tiene talleres de asertividad en media hora, lo lamento, pero debe quedarse—asiento y mis hijos bajan la mirada.

—Les dije que su padre estaría ocupado. —abro la boca para responder, pero Sara me pide que le entregue la mochila de mis hijos y asiento despidiéndome de ellos.

—Se los recompensaré, lo prometo. —ambos asienten y después de un corto abrazo, los tres se retiran.



—Ya llegué—susurro agotado abriendo la puerta principal de la casa de mi mejor amigo, me dejo caer sobre el sofá y tiro sobre la alfombra mi maletín, cierro los ojos conteniendo el dolor en mi espalda y articulaciones, luego de pasarme el resto de la tarde, dictando clases, apoyando en la organización de documentos y el balance de medio año, me siento estresado.

—¡Amigo de mi corazón! —Abro los ojos espantado ante el grito de Héctor, recién soy consciente de la música del segundo piso y el olor a alcohol que llega muy rápido y se intensifica cuando este borracho se me acerca.

—¿Por qué estás en ese estado?, trae eso para acá—trato de quitarle la botella de tequila que trae en sus manos mientras se tambalea y cae sobre la alfombra riéndose estruendosamente. —¿Qué paso esta vez? ¿Mariela volvió a llamar? —pregunto preocupado aun forcejeando con él, pero al escuchar la voz de su exnovia asiente y su gesto se pone depresivo.

—¿Sabes qué hizo?—hipea y deja la botella en el piso con dificultad—Me invito a su boda, es un mes—dice observándome e intenta ingerir más alcohol, pero la botella está vacía.

—No más alcohol, deja de tomar—trato de detenerlo cuando intenta ponerse de pie con dificultad y se tropieza al hacerlo. —Y que harás con eso, ¿Tomando te sentirás mejor? —pregunto quitándole la botella que logro sacar del cajón de su mesa de noche.

—No, pero así olvidaré por un rato—asiento dándole palmadas en el hombro y logro quitarle la botella de tequila. —¡Todo es culpa de tu esposa! —grita y no logro entender lo que dice, sé que Mariela, aparte de ser su eterno amor de secundaria, también es la mejor amiga de mi esposa, pero, aun así, eso no tiene sentido.

—Ya no sabes, ni lo que dices, sube a dormir—le ordeno, pero se rehúsa y cruza los brazos como un niño—Tienes casi cuarenta, pero te comportas como un mocoso de quince años, si quieres a Mariela díselo, no solo la evites cada que quiere verte, no te esperara eternamente.

—Sara le presento a su abogado, no entiendo, yo tengo más dinero que él, mejor posición social, primero fue Sara que te eligió a ti y ahora Mariela. —Me quedo en silencio escuchando lo que dice y prefiero colocar mi mano sobre sus labios antes de que diga algo que pueda arrepentirse.

—Ya cállate, ahora duérmete—logro subirlo hasta su habitación a dudas penas y lo dejo caer sobre su cama, cierro la puerta con llave y aunque lo escucho reclamarme es la única manera que se quede quieto—Me lo agradecerás mañana—susurro detrás de la puerta y apago la muisca del reproductor, suspiro con pesadez al ver el desorden que ha hecho.

Comienzo a limpiar todo ordenando el desastre, pero me detengo al ver que sobre el sofá beige que tanto le agrada, descansa una fotografía donde estamos los dos con Mariela y Sara en nuestra época escolar.

La sonrisa de los cuatro es amplia, me siento en el sofá y acaricio con la yema de mis dedos aquel recuadro y aunque no quiera es inevitable no recordar el día que nos tomamos esa fotografía.

—¡Quédate quieto Héctor!

—¡Mari detente ya!

—¡Ustedes dos, no se mueven o la fotografía saldrá deforme, dejen de pelear, que parece que se amaran mucho!

Sara exclama, ellos cruzando los brazos y yo la imito observando a nuestros amigos, ellos se observan entre sí para minutos después desviar la mirada al lado contrario.

—¡Imposible! —gritan en unísono.

—No digas tonterías Sara, ustedes están muy separados, que tal si tú y Mari se colocan del lado derecho y Pablo y yo en medio—Ladeo la cabeza confundido ante la idea de mi mejor amigo y me quedo quieto en mi sitio—Más cerca Sara, así está perfecto—Los latidos de mi corazón se aceleran cuando la mencionada se coloca a mi lado muy cerca sin observarme.

Héctor y Mariela a su lado y yo inhalo profundamente cuando Héctor me empuja haciendo que me acerque más a la chica que me gusta y ella se agacha un poco, para que ella y Mariela encajen perfectamente en la foto y nuestras manos se rocen por segundos.

—¡Si se ve genial, deberían agradecernos por darles el honor de tomarse una fotografía con nosotras! —rio cuando Mariela juega con su cabello castaño y molesta a Héctor, pero yo solo sigo con la mirada a Sara, ella se coloca de cuclillas y acaricia los pétalos de una rosa que está en el jardín de nuestra escuela.

—¿Quieres verla también? —trago saliva cuando la castaña oscura de ojos color miel acerca su rostro al mío y asiento muy rápido—Ya casi se abren los pétalos de las demás, esta mañana había muchas mariposas que volaban muy cerca, la primavera está próximo, es hermoso ¿No lo crees? —La contemplo en silencio, pero al sentir que me observa asiento desviando la mirada.

—Es el timbre, los vemos en clases—Me coloco de pie cuando Mariela sostiene del brazo a Sara y ambas corren hacia el interior de nuestro plantel.

—¿Cuándo le dirás lo que sientes a Sara? —me pregunta Héctor y yo, suspiro frustrado, me observa con atención, aunque intenta ocultarlo, él aún no ha renunciado a lo que siente por ella.

—Jamás, a ti también te gusta, no le diré nunca—respondo caminando al primer piso, pero él me detiene antes de entrar, muchos chicos observan a la chica que me gusta a lo lejos y otros babean por ella mientras la siguen.

—¿Solo yo?, casi toda la escuela está tras ella, es normal, por algo Sara es la reina de la secundaria, pero ella solo conversa contigo, si no le dices algo, otro se te adelantará. —Y sin más corre al interior del plantel y lo que me dice me deja pensando en todo lo malo que podría pasar si decido dejar de ser un cobarde y me armo de valor.

Pero al sentir que alguien respira de forma agitada, alzo la mirada y me sorprendo por lo siguiente que veo.

—Hola de nuevo—El corazón me late a mil por hora, aunque Sara respira con dificultad, sigue de pie frente a mí con una sonrisa en su rostro—Creí que habías entrado con Héctor—Niego con la cabeza muy rápido—Qué bueno, quiero decir, Mariela me lo entrego, yo tengo una copia igual, te veo en clases entonces—Vuelvo a asentir muchas veces, acomoda un mechón de su cabello detrás de su oreja y retira un pequeño papel del bolsillo de su blusa doblado en dos y antes de salir corriendo lo coloca en la palma de mi mano al igual que la fotografía.

Me dejo caer sobre el sofá ante ese recuerdo borroso.

—Y pensar que jamás logre leer lo que ahí decía, Héctor dijo que no logro encontrar, que solo estaba la fotografía—suspiro agobiado y decido dejar eso atrás.

Dejo la fotografía sobre la mesa de noche, pero esta cae al piso haciendo que el vidrio en él se rompa, rescato la fotografía y comienzo a recoger los retazos con cuidado, pero una fotografía algo vieja cae cuando retiro el cuadro de madera.

En esa fotografía que ambos sonreímos con aún diecisiete años, nos veíamos felices con esos uniformes escolares. La primera vez que conversamos y ella sonrió para mí.

¿Cómo cambiamos tanto?

¿Hice mal en pedirte que fuéramos amigos?

Mi celular vibra y abro el mensaje de Sara, una citación enviada por su abogado hace que lance mi celular lo más lejos que puedo y aprieto los puños de la impotencia.

Sostengo aquella fotografía con la intención de romperla, pero las manos me tiemblan y algunas lágrimas caen por mis mejillas. Y aun con la vista nublada no dejo de observarla y miles de preguntas resuenan en mi mente.

—Todo esto es mi culpa, no debí hablarte aquel día del inicio de clases, mis sentimientos por ti debieron seguir en silencio, quizás si me hubiera alejado de ti, ahora seguirías sonriendo de esta manera.

Los recuerdos de aquella última audiencia y sus ojos cristalizados por sus lágrimas me hacen sentir abrumado.

—No sabes cuanto desearía poder cambiar las cosas, no cruzarme en tu camino, dejar que alguien se enamore de ti, esta vez evitaría a toda costa interferir en tu vida, solo quiero una oportunidad para enmendar mis errores, entonces esta vez si serás feliz pero no conmigo.

Arrugo aquella fotografía antigua y la rompo tirándolo por la ventana los pedazos de esta. Cierro la cortina y me dejo caer en el piso. Mis lágrimas me dominan, pero aún sigo pensando que todo esto que vivimos fue un error.

Trato de colocarme de pie, pero pierdo el equilibrio, el dolor en mi cabeza se intensifica y me sostengo del respaldo del sofá, las luces del segundo y el primer piso comienzan a parpadear muy rápido y el poder ver se dificulta hasta que un ruido sordo las apaga dejando en la oscuridad completa, confundido y sin saber qué hacer.

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3 respuestas a «Capitulo 2: Lo que dice el corazón.»

  1. Avatar de Naylea
    Naylea

    Ay voy a llorar 🥺 por qué haces estooo?

  2. Avatar de Diana Barrales
    Diana Barrales

    Kely preciosa amo tu avance

    1. Avatar de Min-ho
      Min-ho

      Awww y yo te amo a ti <3

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