Narra Carolina.

—Ella es Carolina… Mi… prometida —Stefan me presentó ante sus dos amigos.

Yo, de lo contrario, solo levanté dos de mis dedos y los saludé con un «qué onda».

—Él es Damián y él Raúl; son mis mejores amigos —mencionó—. Ellos saben que lo nuestro es por obligación así que, no tienes que fingir en su presencia.

Cuando terminó de mencionar lo anterior, lo solté inmediatamente de la mano y pude volver a respirar con normalidad. «Al menos delante de ciertas personas podría ser yo misma».

—Así que mexicana, ¿eh? —preguntó Damián.

—Y con mucho orgullo —le respondí.

De pronto, comencé a sentirme observada y eso me dio la necesidad de voltear hacia todos lados. Sin embargo, no solo una persona nos observaba, sino media cafetería. Me empecé a sentir incómoda, puesto que parecían estar susurrando cosas sobre nosotros.

—¿Por qué los están mirando tanto? —pregunté, aun mirando hacia mi alrededor.

—Es que no es a nosotros a quienes nos ven, sino a ti —respondió Raúl.

—¿Solo por ser la nueva? —los miré con horror—. ¿No solo pueden pasarme como desapercibida y ya?

—Yo te explico —se ofreció Damián, poniéndose entre medio de Stefan y yo, posando sus brazos sobre nuestros hombros—. Stefan es el chico más popular de la universidad al igual que Kenia. Y resulta que ellos tenían una especie de «relación amorosa», antes de que se comprometiera contigo, por lo tanto, para todo el campus, fuiste tú la que le quitaste el novio a Kenia.

Volteé a mirar a Stefan para recriminarlo con la mirada.

—Lo que me faltaba. Es mi primer día de universidad y ya estoy en la boca de todos por tu culpa.

La alarma de mi celular me impidió el seguir diciéndole cosas a ese egocéntrico, pues me estaba avisando que dentro de cinco minutos comenzaría mi siguiente clase. Definitivamente, esa había sido la hora más perdida de toda mi vida.

Me despedí de ellos a toda prisa y me dispuse a abandonar la cafetería.

▬▬▬▬▬ஜ۩۞۩ஜ▬▬▬▬▬▬▬

Narra Stefan

—Está como quiere —suspiró Damián a mi lado, mientras seguía con la mirada a Carolina.

—¿Qué?

—Vamos, tío, ¿me vas a decir que eres ciego?

—¿Me estás diciendo que te gusta mi prometida?

—¿Y ahora tú me dirás que estás celoso y que eso te molesta? —se burló.

—Ni de coña. No voy a negar que Carolina está como quiere, pero estoy con ella por obligación nada más, y jamás va a pasar de eso.

—¿Entonces tampoco tienes pensado llevártela a la cama? Venga, tío, que a ti ninguna chavala se te escapa de las manos —eso lo dijo Raúl.

—Va a ser mi esposa y, por lo tanto, también mi mujer, pero eso no quiere decir que me voy a enamorar de esa mexicana.

—¿Cuándo será la boda? —preguntó Damián.

—Dentro de un mes…

—¿Y qué piensas hacer con Kenia?

—Kenia ya fue —aseguré—. Además, lo nuestro siempre fue sin compromiso, podía estar con ella y a la vez con otras más.

—Lástima que a Carolina no la vas a poder cambiar —se rio Raúl.

—Pero no seré exclusivo de ella —afirmé—. El acuerdo lo voy a cumplir, pero no pienso serle fiel a alguien que no quiero. Creo que ella tuvo que tomar en cuenta todo eso, antes de aceptarme como su esposo.

No pudimos terminar de conversar, porque también nos sonó la alarma en nuestro celular de que, dentro de unos minutos, debíamos continuar con nuestras clases.

Yo estaba terminando mi carrera de arquitectura, y después de concluirla, me haría cargo de una de las empresas de mis padres. Es por eso que me tenía que casar con Carolina, porque si no aceptaba a tal petición, me debía olvidar por completo de Aragon Empire. No podía permitirlo, había soñado con algún día llegar hasta allí; fueron años de preparación. Estaba listo para ponerme al frente de una empresa, mas no de un altar.

Carolina estaba como quería, era hermosa y con unas curvas fascinantes, pero no era mi tipo de chica. Ella parecía ser de esas mujeres caprichosas capaz de complicarte la vida. Definitivamente, cuando ambos estuviéramos casados, no viviríamos en un hogar, sino en un infierno para dos.

▬▬▬▬▬ஜ۩۞۩ஜ▬▬▬▬▬▬▬

Narra Carolina.

Me tocó salir una hora antes, puesto que los maestros tenían una junta. Eso no estaba en mis planes, pues el chofer tenía un horario fijo para venir por mí, y lo peor de todo era que, no tenía su número para llamarlo. Eso no me estaría sucediendo si tan solo conociera la ciudad y pudiera moverme por mis propios medios sin necesidad de depender de alguien.

—Hola, mexicana…

Volteé hacia el lugar de donde provenía la voz, y miré a Javier recargado sobre una pared.

—Hola, me has asustado —negué con la cabeza y seguí caminando, él me siguió hasta incorporarse a mi lado.

—¿Te irás con tu prometido…?

—No, ya he tenido suficiente de él por este día —no tenía que decir eso, así que, para intentar redimirme, le dije—: Esperaré a mi chofer.

—Déjame adivinar… vendrá por ti dentro de una hora, ¿no?

Asentí sin ganas.

—Si me lo permites puedo llevarte, no se me hace justo que debas esperar tanto tiempo.

—¿Harías eso por mí?

—Para eso son los amigos, ¿no?

—¿Lo somos? —pregunté confundida.

—A partir de hoy.

—Siendo así, me parece bien. No creo que haya un problema porque tú me lleves.

—Por supuesto que no. Solo estoy intentando ser amable contigo y que me veas como un amigo. Imagino lo difícil que es llegar a un lugar nuevo y ser el centro de atención por ser la nueva —me vio con pena—. Vamos, mi auto está por acá.

Javier me tomó de la cintura, y aunque eso me hizo sentir incómoda, no quise apartarlo para no hacerlo sentir mal. Después de todo solo estaba intentando ser amable conmigo, cosa que Stefan no había hecho.

Sin embargo, cuando entramos al estacionamiento, un auto se detuvo de golpe y de él bajó Stefan. Se le veía el rostro bastante rojo.

—Quita tus sucias manos de mi prometida —le gritó a Javier mientras caminaba hacia nosotros.

Javier no me soltó, así que cuando Stefan llegó, me tomó del brazo y me haló hacia él.

—¿A qué le tienes miedo, Stefan? ¿A que también te baje a tu prometida? —se burló.

—¿Miedo? —ahora quien rio fue Stefan—. Sé la clase de mujer que escogí para mi esposa —me miró por unos cortos segundos—. Ella sí es inteligente y jamás se metería con un tío como tú.

Javier soltó una carcajada, burlándose aún más de Stefan.

Sentí cómo el cuerpo de Stefan se tensaba, incluso sentí ese impulso que tuvo en querer golpearlo, pero yo lo detuve a tiempo, diciéndole que por favor nos fuéramos. Ya estaba cansada de ser el centro de atención.

Una vez arriba de su auto, él apretó el volante con mucha fuerza como si quisiera destrozarlo. Se le veía bastante molesto. No entendía cuál era la rivalidad de esos dos, pero ya me había quedado claro que se odiaban a muerte y que Javier solo se había acercado a mí para joderle la vida a Stefan.

—Creo haberte dicho que no te quería cerca de ese idiota —murmuró sin verme.

—Y yo creí haberte dicho que no soy de tu maldita pertenencia para que me digas con quién sí puedo estar y con quién no.

Stefan arrancó el auto sin decir nada, yéndose en silencio durante todo el camino. Al llegar a mi casa, lo primero que hice fue abrir la puerta para bajarme, sin embargo, él me tomó del brazo y me plantó un beso de pico en los labios.

—¿Qué haces? —me limpié la boca—. Lo tuyo y lo mío es solo por obligación, te lo recuerdo por si lo habías olvidado.

—Y yo te recuerdo que vas a ser mi esposa en todos los sentidos.

Solté una carcajada.

—Estás mal de la cabeza si crees que voy a dejar que me toques. Antes muerta que tuya.

—No hay tía que se me resista, así que ya lo veremos. 

LEER SIGUIENTE CAPÍTULO…

Loading


Deja un comentario

error: Contenido protegido
A %d blogueros les gusta esto: