Acordamos para hoy un paseo nocturno, caminar bajo las estrellas, hablar un rato. Tranquilos, como dos personas normales, como antes de saber su secreto y mi vida pasase a ser parte de algo más que despertar todos los días, a pasar a sacarle sangre a los animales y guardar el secreto que podría hacerme rico y famoso.
— ¡Aquí estoy! —me anuncia pegando un brinco que la deja justo frente a mí con su actual descarga de alegría y adrenalina —y creo que te gustará saber que ya cené
—Eso es genial, pero esta noche no eres un vampiro.
Me causa gracia su reacción al oírme decirlo, de incredulidad y la vez asustada. Paso la mano por su pelo que está suelto para ponerlo detrás de su oreja.
— ¿A no?
—No.
Intenta ocultar su sonrisa y aparta mi mano para hacer el mismo gesto con la mía.
— ¿Y que soy?
—El amor de mi vida —digo extendiendo el brazo para que ella lo tomara y comenzar nuestro paseo
— ¿Has ido a un cine alguna vez?
—No. ¿Por qué preguntas?
—Porque estar aquí contigo bajo este hermoso paisaje nocturno me recuerda una película que vi hace mucho.
Recuerdo esa noche con Pamela, los dos en mi auto frente una pantalla gigante, dejándonos envolver por la maravilla de ver personas moviéndose en un pantalla. Nunca pensé volver a enamorarme así, hasta ella.
— ¿Y qué hacen las personas en las películas? —pregunta coqueta acercándose más a mi
—Esto —comienzo a besarla, y un beso lleva a otro y una cosa trae a la otra.
Sus cabellos enredados en mis dedos, nuestros cuerpos y almas eran son solo uno, mis manos recorren su cuerpo y las de ella acarician mi rostro. La ropa empieza a estorbar, necesito sentir su piel contra la mía, fría temperatura fundirse con mi ardiente fervor.
—Deberíamos detenernos o acabaré haciéndote el amor a la luz de la luna.
Mi lenguaje tan directo la sorprende y me sorprende a mí mismo. No me gustaba referirme nuestra relación física así, tan literal, para mí es algo único cada vez que nuestras pieles están juntas.
— ¿Y eso que tiene de malo? —sus ojos brillan con malicia.
Yo también rio con su perspicacia, ¿desde cuándo es tan… tan… libre?
—Fuera de que puedo agarrar una neumonía nada de malo, de hecho creo que valdría la pena.
Detengo nuestros besos unos segundos. Había aguardado hasta este momento para darle una noticia que no sé cómo asumirá, pero no puedo seguir demorándolo, la luna llena se acerca y necesito tiempo.
—Debo dejarte sola unos días, debo arreglar algo antes de que llegue el día.
Aquello que me había pedido la bruja no era algo fácil de asumir, pero debía hacerlo, por ella.
— ¿Me quedaré sola? ¿Y qué pasa si algo ocurre? Por favor, déjame ir contigo.
A mí también me da miedo dejarla sola, parece controlarse muy bien pero tal vez es solo porque la vigilo. También temo porque la organización nos esté buscando y la encuentren, y esté sola y desprotegida.
—Debo ir solo Amy, sé que estarás bien.
—Yo no estoy tan segura. No quiero estar sola.
Yo tampoco quiero dejarla sola, pero no puedo llevarla conmigo.
—Amy, por favor, lo necesito. Necesito saber que estrás bien.
Necesito al menos esa paz y esa seguridad en mi vida. No puedo estar afrontando lo que tengo que afrontar con Amy a cada segundo en mi cabeza, aunque ella ya esté ahí.
Un suspiro de resignación sale de ella, no pido que me entienda, bueno, en realidad sí.
—Está bien. —le doy un beso corto como agradecimiento por darme esta calma.
— ¿Estarás bien?
—Lo estaré.
— ¿Te controlarás?
Espero que lo haga que lo logré.
—Lo haré.
(…)
Me levanto de madrugada, Amy sigue dormida. La decisión de dejarla sola me preocupa, pero es algo que tengo que hacer. Tengo un largo camino que recorrer, mi mejor opción es pararme cerca de la carretera y esperar que alguien haga una buena obra de llevarme o pase un bus.
Para mi suerte no tengo que esperar mucho, un gran autobús amarillo parece entre el paisaje gris y se detiene a llevarme. Es solo una hora, pero cada minuto está cargado de demasiados pensamientos duros. Tengo que matar a mi padre, la persona que más amo, la persona que ha dado todo por mí, si fuera mi vida fuese distinto ¿Qué derecho tengo a exigir la de él?
Me bajo en el centro de un pueblo, camino y pregunto a la gente mostrándoles una foto de mi padre. Una señora dice reconocerlo y me manda a un pequeño hotel donde parece ser el cocinero, eso suena a papá.
Parece haber visto un fantasma cuando me reconoce, avanza hacia mí y toca mi rostro para verificar que soy yo, algo pesado corre por mi garganta y algo aún más pesado siento golpear mi cara. Como si fuera un niño me toma por una de mis orejas y me hala hacia la cocina entre chillidos.
—Auch —digo cuando me suelta — ¿Qué pasa? ¿De qué me he perdido? ¿No te alegras de verme?
—Debería matarte por tu singular imprudencia.
Su rostro es serio, reclamante, las venas de su cuello laten embravecidas.
—Pesé que me habías entendido. —ahora lo entiendo todo, hizo lo mismo que aquel día en la cena — ¿Me engañaste?
—Sí, lo hice para buscar a Ann y trazar una alternativa.
Tiene el descaro de admitir que ha jugado con mi confianza, otra ve, que se ha ido a mis espaldas para hacer “lo mejor para mí”
Un segundo pensamiento viene a mi mente ¿Ann está bien? Seguro estaba enojada por mi traición, en el fondo me duele haberle hecho daño, no soy de esos hombres.
— ¿Cómo está ella?
—Hecha una fiera, estoy seguro que ahora mismo lo mejor para ti será no cruzarte en su camino.
Conociéndola es bastante seguro.
— ¿Volviste a decirme lo que quería oír solo para salirte con la tuya? —le reclamo.
— ¡Tú no estás pensando con claridad! ¡Ella te tiene embrujado! No puedo abrirte los ojos si te niegas a ello.
Es exasperante, su discurso parece hecho para el James adolescente, pero yo soy un hombre, que toma algunas malas decisiones, pero son mis decisiones. Y la mejor que he tomado en mi vida es defender y proteger a Amy.
—La amo papá, la amo. —repito con ganas d que oiga, de que entienda, de que vea que mi amor e puro y genuino.
Su rostro sigue siendo de desagrado. Demonios papá, no es así como quiero que sea nuestro último encuentro, quiero que tengamos paz.
—Y dime, ¿completó la transformación?
Ya era hora de que lo preguntase, lo que falta es que dijese que va a chuparme en la sangre hasta dejarme en los huesos.
—Algo así. —se queda esperando mi explicación —Es complicado.
—Pues explícalo. —replica de forma virgen, sé que hasta que no le de los detalles no dejará en paz el asunto, y deseo que lo haga quiero que mis últimas horas con él sean un bonito recuerdo para tranquilizar la culpa que vendrá después.
—La bruja mantuvo el alma vampira atada al cuerpo de Amy —le hago una seña para que no me interrumpa —pero le dio el control de ese cuerpo a ella, sigue siendo la chica de la que me enamoré en el cuerpo solo que con el control de la bestia interna que la agobia.
—Es peligrosa James, incluso así, los vampiros son impredecibles.
—Lo sé, es una solución temporal, hasta que llegue la luna llena para poder sacer el vampiro de su cuerpo.
— ¿Y qué pasará cuando lo haga? ¿Lo destruirá? —no sé si decirle que voy a dejar uno de los seres más peligrosos suelto — ¿Dime que lo destruirás James?
—El trato con los vampiros fue…
Recuerdo aquel hombre fugaz del cementerio, hasta ahora no tenía necesidad de dudar de su palabra, era el único que me ha ayudado en algo.
— ¿Un trato con vampiros? ¿Acaso te escuchas James? —da vueltas en círculos —Nunca debí llevarte a trabajar allá esperando que no descubrieras nada. Debí contártelo todo, si lo hubiese hecho…
Si lo hubiese hecho probablemente hubiese sufrido un derrame o no le hubiese creído.
—Esto no es tú culpa padre, y Amy es una inocente que no tiene que pagar por eso. Los vampiros me ayudaron a localizar a la bruja a cambio de que liberase a su reina, y lo haré.
No me importa que el mundo arda si tiene que arder por tal de que Amy siga viva.
—No entiendes James, te están engañando, te están utilizando, no puedes creer nada de lo que dicen.
—Ellos me han ayudado más que las personas que se suponen que deberían hacerlo. No creo en tu organización, un lugar que exige fe ciega y castiga la deslealtad puede esté ocultando muchas cosas.
Ambos estamos agitados de tanto discutir, yo solo quiero paz. Es hora de enterrar el hacha.
—Mira padre, no me importa lo que tenga que pagar por mis acciones, y ya no quiero discutir.
—Espero que ellos puedan detenerme, mi amor por ti no me deja aunque sé que deberías
—Entonces conoces el sentimiento
Sé que puede entender lo que yo siento, sé que puede ver lo que yo veo aunque no esté dispuesto a admitirlo.
— ¿Por qué ella, James? ¿Por qué tenías que enamorarte de ella? —golpea una mesa a su lado con lágrimas en los ojos.
—Papá, quiero que sepas que eres la persona que más quiero en el mundo, mi mejor amigo, y que agradezco el apoyo que me has dado siempre. Agradezco que siempre me hayas protegido y que todavía lo hagas. Agradezco tus palabras de consuelo y que hayas sido madre y padre. Agradezco que te hayas mantenido fuerte para mí a pesar de cada día extrañar a mi madre. Papá, te amo—me abalanzo en un abrazo sobre él, ambos lloramos y él pasa su mano por mi cabeza.
—Yo siempre estaré contigo sobre todas la cosas —me repite él.
Pasamos el día como hace tiempo no lo hacíamos, su compañía es lo único que quiero disfrutar en estos momentos.
Antes de que se vaya a dormir mezclo en su vaso de leche unas pastillas que pararan su corazón. LA mano me tiembla al mezclar el polvo y el líquido, mi corazón late a millón, todo duele.
Despierto temprano a la mañana siguiente, pero tardo cierto tiempo en levantarme de la cama. No sé qué escena me aguarda. Avanzo lentamente hacia el cuarto, al girar la manilla de la habitación un frio recorre todo mi cuerpo y al ver la imagen me echo a llorar. Su cuerpo yace sin vida sobre la cama, tan tranquilo como si estuviera dormido, había bebido de la leche envenenada y la paz lo envolvió.
Solo espero que esté con mamá, que después de tanto tiempo su amor siga siendo eterno.
No sé cómo hacer lo requerido. Me lastima aceptar simple hecho de que mi padre esté muerto, que yo lo hay asesinado. Cuando recupero la compostura busco uno de los cuchillos de la cocina y rasgo con lágrimas en los ojos su blanca y fría piel, ese pecho donde me acurruqué tantas veces. Introduzco lentamente la mano por la incisión previamente echa, y saco su corazón de golpe. Ni siquiera ha pasado la parte más difícil. Quemar su cuerpo es aún más doloroso, verlo arder y simplemente dejar que el viento haga su labor de dirigirlas a nuevos rumbos. “Gracias, papá”
Deja un comentario