Capítulo 6: Eso que anhela tu corazón

Logan…

Muchas veces no somos conscientes del dolor que pueden ocasionar en nosotros el tener uno de nuestros padres lejos de casa, quizás no guardamos rencor, pero siempre esperamos ese anhelado reencuentro para dejar que ese corazón de niño pueda perdonar.

—¿Nos vemos para terminar la exposición de mañana?

Alex y yo asentimos ante la pregunta de Noa, nos despedimos en la entrada del instituto al ver el auto azul de mi padre. Froto mis ojos creyendo que estoy viendo visiones, pero mi progenitor me observa con esa sonrisa que siempre he recordado, han sido años que no lo he visto, solo lo hacía atreves de una pantalla.

—Hola, campeón—mi padre sonríe y yo lo abrazo con fuerza. Siento una sensación de nostalgia y al tenerlo cerca es el reencuentro que mi yo de niño anhelaba mucho. Mi gesto parece sorprenderle, pero corresponde a mi gesto.

—Papá, no esperarte verte aquí, quiero decir, no importa, ¿Cómo has estado?—mi padre sonrie indicándome que suba al auto, pero dudo en hacerle caso.

—¿Qué ocurre?—me observa con confusión.

—¿Ella no ha venido contigo?—indico refiriéndome a su nueva pareja, él niega con la cabeza.

—Por supuesto que no, hoy almorzaré con mi hijo después de muchos años, no tienen por qué venir, tu madre sabe que saldremos hoy, así que no te preocupes, entra—asiento y me coloco el cinturón de seguridad, observo el interior del auto casi todo parece estar tal y como lo recuerdo.

—Campeón deja de jugar con la guantera, mamá se enojará contigo—escuchar la voz de mi padre me hace detenerme, él desordena de mi cabello abrazándome—Hoy es tu cumpleaños número siete y hay que celebrarlo como es la costumbre.

—No lo engrías tanto que ha bajado su promedio en la escuela—escuche la voz de mi madre y bajo la mirada.

—Margaret, ya revisé esa boleta de calificación, sigue siendo el primer puesto de su grado, por bajar de un diez a un nueve no es tanto, Andrew tiene derecho a disfrutar, colócate el cinturón campeón, iremos a ver los abuelos—moví mis pies emocionado, hace mucho no los visitamos.

—No se para qué opino, si jamás me tomarán en cuenta, saben que vayan ustedes, estaré en casa—mi madre abrió la puerta del auto y la escuche alejarse en segundos, apreté mi suéter disgustado y algunas lágrimas se asomaron por mis ojos.

—Mamá está algo cansada, así que hoy será salida de chicos, iremos a comprar algo de dulces y luego a ver a los abuelos—asentí más animado.

Pongo la mirada gacha ante ese recuerdo, ahora que lo veo a mi lado, en el asiento del auto, recién entiendo lo mucho que lo extrañe a pesar de los años.

Pero tiene un aspecto diferente a como yo lo recordaba, la guantera está semiabierta y al ver un biberón vacío bajo la mirada.

—¿Todo está bien?—me pregunta observándome, asiento, hace una mueca y yo niego con la cabeza.

—¡En serio, pequeña, ayúdame con ese trabajo!—ambos observamos la ventana del auto, cierta chica rubia sale del instituto literalmente arrastrando a Sophia y ella niega con la cabeza, sonrió como tonto al verla. Escucho que mi padre carraspea exageradamente y eso me hace observarlo.

—No digas nada que conozco esa sonrisa, ya sabes que aún no me rindo con ella—indico, mi padre recuesta su espalda en el respaldo del asiento. Quizás no nos hayamos visto por años, pero siempre en las llamadas le contaba todos mis secretos.

—Está bien, no dije que fuera malo, Andrew si solo observas a alguien de lejos—mi padre me indica que observe hacia la ventana, mi vecina ríe corriendo por el parque de enfrente intentando esquivar a Mara, pero Eliezer se hace presente en la escena colocando su mano delante de un poste que estuvo a punto de chocarla—Alguien que si sea realmente valiente conquistada su corazón —aún los observo sin dejar de escuchar a mi padre—¿No lo crees?—pregunta y asiento agobiado.—Bien vayamos a almorzar, anímate campeón—suspiro dejando de observarlos.

—No eres bueno animando, pero tienes razón, debo volver a casa, mis amigos vendrán estar tarde—mi padre asiente y comienza la ruta doblando la esquina.

No tengo que adivinar a donde iremos, eso es algo bastante obvio, cuando era un niño me gustaba mucho la pasta, aún me gusta. La última vez que ambos tuvimos una comida juntos fue cuando tenía ocho años, ese día me contó que se iría de casa y que el juez había indicado que no podríamos vernos como ahora, desde aquella vez que mis padres se separaron solo he logrado verlo por unos minutos en un parque cercano o en alguna videollamada el día de mi cumpleaños. Mis padres no suelen tener comunicación, ellos finalizaron su relaciona en malos términos y mi madre prohibió que mi padre tuviera algún contacto conmigo.

Siento una sensación familiar que extrañe tanto, ni sé cómo debería sentirme, pero sé que me hizo mucha falta no tenerlo conmigo.

Mi padre se estaciona frente a aquel lugar pequeño pero acogedor. Recuerdo que mi madre solía odiar ir ahí, decía que el lugar era demasiado pequeño y que mi padre y yo éramos muy conformistas.

Quizás tenía cierta razón, pero en ese tiempo yo era feliz, demasiado feliz.

Mis manos tiemblan y siento un nudo en mi garganta, es como si el niño de ocho años de ese tiempo corriera emocionado sosteniendo la mano de sus padres, jugara con sus pies porque estos no alcanzaban el suelo y diera pequeños golpes en la mesa con los utensilios.

Sonrió emocionado al ver este lugar, se ve tan igual a como lo recordaba, pequeños céspedes en la entrada y un camino de piedras planas en el suelo, la puerta de madera con un letrero de bienvenidos nos indican que ingresamos.

—¡Oh Martín, ellos están aquí!—Mi padre ríe al ver a la señora Esther, su cabello blanco por el pasar de los años sujetado en un moño, su suéter de lana y el delantal delante de su vestido de flores nos reciben con calidez. Luego de aquella advertencia, un hombre de unos sesenta años hace acto de presencia con una sonrisa inmensa mientras nos saluda a mi padre y a mí con un abrazo.

—Tantos años que no nos visitan, Diego que cambiado estas ni que decir de mi niño, estás inmenso Logan ¿Has estado comiendo bien?—Asiento ligeramente y la señora Esther me abraza acariciando mi cabello, contengo las lágrimas porque realmente extrañe estar aquí, pero cuando papá se fue sentí que si venía a este lugar solo, extrañaría tenerlo conmigo más frecuentemente.

Ellos fueron los abuelos que no tuve, pero que siempre que veníamos a verlos, ellos con papá me mostraban ese amor que no recibí de mi madre.

Mi padre fue criado en un orfanato, al cumplir los dieciocho años comenzó a trabajar en este lugar y ellos fueron lo más cercano que él tuvo como familia.

Siento húmedas mis mejillas, me giro evitando que alguien me vea llorar y las palabras de mi padrastro resuenan en mi mente.

«Los hombres no deben llorar, pareces una niñita haciéndolo, debes volverte fuerte, soporta los gritos y no escondas la cabeza, tu padre no está aquí, aprende por ti mismo»

—¿Logan?—Seco mis lágrimas y lo observo intentando evitar su mirada—Mírame—Mi padre me sostiene de los hombros y yo intento sonreír.—Ven, siéntate aquí, hablaremos después—No respondo y solo le obedezco.

—Oh madre, no es necesaria tanta atención—Me sorprendo al ver que la señora Esther trae dos bandejas con mi pasta favorita.

—No digas tontearías, mi nieto favorito ha venido a verme, come bien ¿Sí?—Asiento aun observando la comida, ella me abraza y deposita un beso en mi cabeza. Inhalo profundamente evitando que mis emociones me dominen.

—¿Cuántos nietos tiene?—Pregunto con cierto sarcasmo.

—Solo eres tú, por eso eres el favorito—Indica con dulzura y yo sonrió. —Estás muy alto y muy guapo—Río ligeramente.—Te pareces tanto a tu padre—Mi padre asiente desordenando mi cabello.

—¿Verdad que si?—Ellos ríen y muevo mis manos sobre la mesa, mi padre arrima el plato cerca de mí y me indica que lo pruebe.— Come o ella se enojara si no lo haces—Su voz y este lugar me traen recuerdos que había enterrado hace mucho y oculto mi rostro con mis manos, las lágrimas me dominan y detesto ser tan sensible.—Logan—No respondo y mi padre se mantiene en silencio.

—Mi pequeño tan dulce—Siento que la señora Esther me abraza y eso hace que mis lágrimas desciendan con más facilidad—Ve y ayuda a tu padre con la comida, me quedaré con él, luego conversaremos seriamente Diego—Observo que mi padre se pone de pie y luego desaparece de la primera planta.—Todo está bien, estás aquí conmigo—No respondo, pero ella no se aleja de mí.

En estos quince años no había sido consiente o quizás no quería recordar lo feliz que había sido en este lugar, los recuerdos que tenía aquí cuando solo estábamos los tres y éramos felices.

—He dejado un suéter limpio, cámbiate y vienes a comer con nosotros, cerraré este lugar, tenemos un momento familiar—Asiento ingresando al baño del restaurante. Inhalo profundamente y lavo mi rostro más tranquilo. Me coloco el suéter blanco que la señora Esther me entrego y el aroma a lavanda en él me hace sonreír. Más tranquilo salgo en silencio, mi padre, el señor Martín y la señora Esther conversan en un rincón del lugar, él no los observa y ellos siguen hablándole. 

—Oh, ¿Ya estás listo?—Me sobresalto al escuchar la voz del señor Martín, asiento—Desde pequeño era muy curioso, ven a comer con nosotros, estábamos regañando a tu padre—Los abuelos sonríen, y mi padre me observa.

—Bien, no estén así, hay que comer juntos. —Asiento sentándome en medio de mis abuelos de cariño, pero recuerdo que mis amigos vendrán a casa—No pensaran irse sin comer, tenemos mucho que hacer hoy—Mi padre asiente e imito su gesto. Les indico que debo hacer una llamada y ellos acceden.

—Ya regreso—Salgo del restaurante y escribo en el grupo de WhatsApp que los tres tenemos, le tomo una foto a aquel viejo restaurante indicándoles que no estaré en casa estar tarde, mis amigos se emocionan al ver aquel lugar. Quedamos en que les enviaré una captura de pantalla con la parte que les toca estudiar y que yo finalizare el trabajo esta noche, no estuvieron muy de acuerdo al inicio, pero después accedieron con un mensaje de «Está bien, no desperdicies este momento con tu padre, deja el poco orgullo que tienes y piensa esta vez en ti».

—Oh regresaste, ven aquí—Observo a mi padre y me siento a su lado, no recuerdo lo mucho que reí con las anécdotas que los abuelos contaban de aquel niño de ocho años que solía verlos seguido. Los recuerdos me causaron felicidad y sentí que de alguna manera era feliz otra vez.

—Vengan más seguido a vernos—Mi padre y yo asentimos ante las palabras del abuelo Martín—Oh lleven esto y compártanlo en casa, este es para ti Logan—Me sorprendí al ver una pequeña mochila con portacomidas dentro—Esther está algo cansada, pero ella preparó esto para ti, desde que tu padre le aviso que vendrían a vernos—Observo a mi padre sorprendido—Compártelo con tu hermana y tu madre, si Diego no viene contigo hazlo tú, eres bienvenido con tus amigos o la chica que te gusta—Me sonrojo y observo a mi padre avergonzado, él encoge los hombros.

—Gracias—Indico y él se despide de mí con abrazo—Vendré más seguido con mis amigos—Él vuelve a asentir con una amplia sonrisa. Subo al auto con mi padre en absoluto silencio, él maneja sin observarme y se detiene en un parque algo alejado de mi actual casa y el aroma de las flores me genera recuerdos.

—Descansemos un poco—Lo sigo en silencio, él se sienta en el césped y hago lo mismo. —Debes odiarme ¿Verdad?—Me observa y ríe ligeramente—Tienes motivos para hacerlo, debí buscarte hace mucho tiempo, la cobardía fue más fuerte.

—No te odio—Afirmo sincero—Ni un poco, fue extraño verte ahí hoy, pero no fue malo, hace mucho quería verte al menos un rato—Mi padre me observa y yo inhalo profundamente.

—Has crecido mucho, por videollamada no te veías tan grande—Río ante sus palabras, mi padre se contagia de mi risa, pero segundos después el silencio vuele a reinar.— ¿Mario es bueno contigo?—Pregunta, suspiro y asiento aunque no parece convencido de mi respuesta.

—Él quiere a mamá—Respondo sin observarlo, mi padre asiente — Entonces no es tan malo, ¿Eres feliz ahora?—Pregunto observándolo, asiente y eso me hace sonreír.

—Lo soy, pero siempre he pensado en ti, en ese tiempo fui egoísta contigo—Niego con la cabeza, pero él continúa—Lo fui, con los años me arrepentí de mi decisión, pero creo que si me hubiera quedado con ustedes no hubiéramos sido felices ¿Lo entiendes?.

—Papá, yo no tengo nada que reprocharte, merecías ser feliz y sé que ahora lo eres, ambos cambiamos demasiado, pero siempre serás mi padre—Él asiente y yo me dejo caer en el césped inhalando profundamente. Mi padre hace lo mismo y ambos observamos el cielo azul.

—Lo has hecho bien, estoy orgulloso de ti, pero sigues siendo muy malo para mentir—Lo observo indignado, él ríe y eso me hace sonreír—Pero lo entiendo, perdimos la confianza que nos teníamos, pero aún podemos recuperarla si aceptas que venga a verte.

—¿Me recogerás en el instituto como hoy?—Pregunto, asiente y yo niego rotundamente—No, eso fue vergonzoso, pero podemos salir quizás con mis hermanos o solo conversar un día que no trabajemos—Mi padre asiente y eso me hace quitarme un peso de encima.

—Oh falta un lugar que antes amabas, vamos a ver si aún existe—Mi padre se coloca de pie y me da palmadas en el hombro para que me levante, camina dejando el auto a un lado, lo sigo confundido, pero entre más avanzamos cada espacio en este lugar se me hace familiar, no puedo creer que hace tanto no pasaba por aquí.

Muchos puestos de comida y una suave música infantil se hace presente ante nosotros, lo que parece ser una feria.

—No lo haré, imposible—Indico al ver que él señala la pista de ciclismo, muchos niños con sus padres llevan cascos puestos y manejan con su ayuda.—Ni lo intentes, debo volver a casa con mi madre y—Mi padre sostiene mi mano y literalmente me arrastra hacia la tienda de conveniencias.

—Oh lo adorabas antes, ven aquí—Oculto mi rostro avergonzado, pero él parece divertirse preguntando en los puestos de la feria.—Le negarás este momento a tu padre, no lo harás—Trato de resistirme, inhalo profundamente y lo sigo. Las risas entre ambos no faltan y sin importar la edad que ahora tenga me divierto como en ese tiempo y lo avergüenzo con algunos juegos mecánicos de ese lugar.

—Es la edad, ya no eres tan joven—Me burlo de mi padre y él se indigna recuperando el aire mientras apoya su espalda en un poste de luz—Regresemos a casa—Desvió la mirada al analizar lo que dije hace unos segundos, él ríe.

—Si ya deberías volver a casa, se hizo de noche—Alzo la mirada y soy consiente de lo tarde que es.

—Tienes razón, tengo tarea que hacer—Mi padre asiente y ambos ingresamos al auto, sonrió observando la ventana, hace años no me divertía de esta manera. Mi vida solía ser monótona, de la escuela al trabajo, del trabajo a casa, ver a Sophia con su familia y acostarme agotado era algo normal en mí.

Tan natural que haber hecho algo distinto hoy, se siente relajante.

—Logan, sé que ya no eres ese niño de ocho años, eres un hombre ahora, amable y educado, no logre verte crecer como hubiera querido—Trato de detenerlo, pero me lo impide—Hijo, estoy agradecido por qué estés aquí conmigo.—Me abraza y correspondo a su gesto, él no sabe como su gesto me transmite tanta calma.

Me despido de mi padre con la promesa de vernos la semana entrante, observo la casa de Sophia y la luz de su habitación está prendida, sonrió tranquilo.

—Espero que hayas tenido buena tarde también—Susurro observando hacia su ventana.

Ingreso a mi casa, las luces apagadas hace que tantee las pareces evitando hacer ruido, escucho un ronquido fuerte y suspiro agobiado, mi padrastro debe estar ebrio otra vez.

Observo la mochila que la abuela Esther me dio y decido llevarla a mi habitación. Me siento en mi cama y comienzo a comer lo que ella me había preparado. Fue un buen día, espero que vengan mejores.

seguir leyendo

Loading


Deja un comentario

error: Contenido protegido
A %d blogueros les gusta esto: