El psicólogo incompetente – Capítulo 20

(…)
La sombra del bosque me envuelve, no sé por qué camino a través de él, un fuerza me obliga a seguir poniendo un pie delante del otro, las ramas crujen y se rompen bajo mis plantas. Una cueva se abre paso al frente, puedo sentir las voces provenir de ellas. Entro en las paredes frías y húmedas, en una oscuridad mayor que la anterior, el final del túnel me lleva a las entrañas del salón de un castillo.
No estoy sola, más ellos no parecen verme. Son altos, de piel pálida, y ojos rojos, se reúnen frente al trono donde está sentada una silueta femenina. La reconozco, reconozco su voz, la he tenido por muchos años en mi cabeza, y esa imagen es la que he visto reflejada en los espejos, aunque estoy segura que solo está en mi mente.
—Nuestra raza está amenazada. Creo que es tiempo de un plan mayor.
— ¿Habla de escondernos su majestad? —el tono de aquel hombre es un poco insolente. — ¿Habla de que nuestra valiosa estirpe se esconda?
—Hablo de sobrevivir. Hay que admitir la realidad, ellos están ganando la pelea. —declara ella. —Preservar nuestra especie es ahora lo más importante. ¡Tráiganla!
Grita ella y dos hombres fornidos, los más altos y fuertes del salón, salen por la puerta. Todos quedan expectantes, yo también lo estoy. Las puertas vuelven a abrirse y como autómatas entran aproximadamente cien niños que llenan el salón, todos quedan en silencio, pero este silencio es interrumpido por los gritos de una mujer. Sus chillidos hacen zumbar mis oídos, casi a rastras los dos hombres que antes habían salido, la traen alzada en el aire.
— ¡No haré esto! —grita la mujer.
Ella, mi otra yo, baja de su trono, camina entre la gente que se apartan a su paso. LA otra mujer queda en silencio al verla, su sola presencia es imponente.
—Lo harás —ordena mirándola a los ojos —porque si no lo haces mataremos uno de tu especie por cada uno de los aquí presente. Elige, tu especie o los humanos. Y t puedo asegurar que yo siempre escogeré la mía encima de todo.
La mujer duda unos instantes antes de sentirse forzada a aceptar.
—Cada uno tome un niño —ordena ella, mi otra yo.
Los rostros de estos niños no muestran miedo ni confusión, están serenos, pasmados. Hasta yo estoy aterrada de ver como cada uno de los seres extraños se ponen en sus espaldas. LA mujer empieza un cantico en una lengua que yo no conozco y humo negro se levanta del piso. La niebla se convierte en un halo espeso que aumenta y sube de a poco hasta cubrir sus cabezas. Ya no veo nada pero sigo oyendo su voz, de pronto e humo se esparce y desaparece. Ya no veo a los seres altos y delgados de piel pálida, solo niños con ojos rojos, se mueven examinan sus cuerpos.
—Están dentro de ellos —analizo.
—Y yo estoy dentro de ti —dice la voz en mi cabeza.

(…)
Recobro la conciencia con un beso en la frente, la imagen deja de ser borrosa para mis ojos ¡qué bella manera de despertar! La imagen se aclara cada vez más, diviso unos cabellos rubios cayendo en mi rostro. Me reincorporo y golpeo la cabeza con el picaporte.
—Buenos días —dice suavemente — ¿Qué haces durmiendo tras esa puerta?
—Escuche gritos anoche, quería saber que todo estaba bien, pero la puerta estaba cerrada, creo que me dormí aquí sin darme cuenta. —me enderezo sin levantarme —Perdón por lo de anoche, —paso una mano por el pelo que cae en su cara.
Ella extiende su mano y me ayuda a ponerme de pie.
—Tranquilo, no pasa nada. Tampoco creo que debas preocuparte por los gritos de ella. —su sonrisa deja de ser tan complaciente. Mejor vamos a desayunar.
No quiero comer, no quiero ver a mi padre.
—No tengo mucha hambre.
— ¿No será que discutiste con tu padre?
¿Cómo lo supo?
—Algo así, pero no sobre lo que crees
— ¿Y qué es lo que creo? —ella me sonríe — ¿Entonces esta noche estás disponible para salir?
—Sí, creo que sí.
—Prométeme antes hablar con tranquilidad con tu padre, quizás logres entenderlo.
—Es curioso, tú intentas que yo me lleve bien con él cuando tú no le agradas.
—Ya conquistaré mi suegro como he conquistado su hijo. Salgamos de este pasillo.
Dejo a Ann en la división del edificio para subir las aulas, tiene razón, debo hablar con mi padre, mejor hora que Amy está ocupada. He tenido algo de tiempo para pensar en como abordar este tema.
—James —me dice él sorprendido de verme. —No viniste a desayunar.
—No tenía hambre y hora tampoco.
— ¿Entonces? —está esperando a que yo diga la primera palabra.
—Cómo te atreviste a decirle eso, sabes cuánto me costó que accediera a conocerte. Pero lo sabía, me olía que tenías algo entre mano, que no era puro apoyo, aunque hubiese querido que así fuese.
—Hijo…
— ¿Hijo qué? ¿Qué me vas a decir padre?
—Tú no lo entiendes.
— ¡Estoy harto que las personas me digan que no lo entiendo, pero que no me expliquen nada! Aunque si es cierto hay muchas cosas que no entiendo, no entiendo tu adversión hacia Amy, no entiendo como trabajas en este lugar, y sobre todo no entiendo cómo y por qué me mentiste sobre la muerte de mi madre.
La sola mención de ella hace que mi padre abra los ojos como padre, cae sentado en una silla, la emoción no deja que se sostenga en pie.
— ¿Qué sabes de tu madre? ¿Quién te dijo? ¿Ha sido ella, verdad? ¿Intenta manipularte y ponerte en mi contra?
—No, no fue ella. Pero ahora puedes explicármelo todo.
—Lo de tu madre, te mentí para protegerte, para que no sufrieras. Aun no puedo hacerlo.
—Ya sé, proteges a tú querida organización secreta, pero a parecer es tan perfecta que no quieres que forme parte.
—No es tan fácil, pero esa niña es peligrosa, mantente alejado de ella.
— ¡No pienso alejarme de nadie hasta que no sepa el por qué! —el grito sale del fondo de mi alma.
Mi padre se lleva la mano derecha sobre el lado izquierdo del pecho, su respiración se agita. Oh, no, creo, creo que está teniendo un infarto. Me acerco a donde está.
— ¿Te duele? —evaluó su estado.
—Si —si es un infarto.
Lo ayudo a levantarse.
—Tengo que llevarte a un hospital cuanto antes.
Paso su brazo por encima de mi hombro, tengo que llegar al hospital.
—Padre, respira lento —le pido.
— ¡Dios! ¿Qué ha pasado? —pregunta Ann viéndome subirlo a mi auto —Mejor súbelo al mío, llegaremos más rápido.
Obedezco sin pedir dar muchos detalles, nos acomodo a ambos en el asiento trasero mientras ella se prepara para conducir. Entre los dos logramos bajarlo del coche y ponerlo en una camilla una vez que entramos a urgencias. AL fin respiro cuando veo que los médicos se lo llevan a darle los cuidados necesarios.
— ¿Por qué no vas con ellos? —pregunta Ann.
—No debo intervenir. Gracias por todo —ella me abraza para confortarme —Tranquilo. ¿Cómo pasó?
—Discutíamos sobre lo que me contaste —esto es mi culpa. ME siento en uno de los fríos y metálicos sillones de la sala de espera, ella también lo hace a mi lado.
—Sé que se pondrá bien —toma mi mano.
—Siento que se haya cancelado nuevamente nuestra cita.
—Tranquilo, tendremos mucho tiempo juntos, en la reunión.
Cierto, toda una semana con ella.
Las horas pasan juego con los rubios cabellos de Ann que caen sobre mi pecho. Agradezco que se haya quedado. El doctor que se llevó a mi padre aparece en la sala, nos busca con los ojos, le doy un toque a Ann para que se despierte.
— ¿Señor James Jonhson, verdad? —asiento. —Su padre está fuera de peligro, responde estable, pero esperamos dejarlo veinticuatro horas en observación.
— ¿Puedo pasar a verlo?
—Sí, pero no puede quedarse. Por problemas del hospital no estamos permitiendo acompañantes. —ve el disgusto en mi rostro —pero puede confiar en que la atención a su padre está garantizada.
Estoy por decir algo pero Ann me hace una seña para guardar silencio.
—Gracias doctor —dice ella y mi semejante se marcha a continuar con sus servicios.
—No quiero irme —le comento a ella.
—Pero no puedes quedarte —señal suspicaz —Ve a ver a tu padre, luego te regresare al reformatorio y para mañana te recogeré temprano y estarás aquí antes de que despierte.
No me queda otra opción.
—Te espero aquí —ella regresa a su asiento.
Yo tomo un respiro antes de avanzar hacia el cuarto donde descansa. ME acerco a él, aun está dormido, debe reponerse de un golpe así. Una enfermera entra a ajustar sus medicamentos.
—Disculpe —ella me mira esperando que le pida algo —Podría traerme un lápiz y una pluma.
No quiero que piense que lo he abandonado cuando despierte y yo no esté. Ella obedece y me entrega lo que he solicitado.
“Querido padre, en contra de mi voluntad no me han permitido quedarme, pero sigo aquí contigo, y espero que lo sepas, a pesar de nuestro desacuerdos te amo”. James.
Dejo la carta en un lugar accesible y a su vista para cuando despierte.
Ann me trae de regreso al internado, ha respetado mi silencio, mi culpa, mi dolor. Me besa como despedida antes de dar marcha atrás al auto. Yo arrastro mis pies al interior del recinto. Subo sin ánimos las escaleras, ahora mismo muero por un baño que me relaje.
Me detengo frente a la puerta para mirar la suya, no sé si llamar o seguir mi camino. Me quedo unos segundos así, indeciso. Después de lo de ayer debería hablar con ella, o si darle su espacio.
Volteo la vista y la veo ahí, parada en el pasillo observándome, intenta entrar en su habitación sin hablarme pero sostengo la cerradura.
—Amy —mi voz está tan cansada como yo.
—Dejáme —ella sigue intentando quitarme la posesión del picaporte.
—Amy, siento lo de anoche, no fue tú culpa.
—No podemos estar juntos James —me sorprenden sus palabras —Dejame sola, regresa con tú rubia como has estado todo el día, no me necesitas.
—Estaba en el hospital Amy —ella detiene el forcejeo —Discutí con mi padre por cómo te trató y tuvo un infarto.
—Lo, lo siento James —se gira hacia mí.
—No fue tú culpa.
—Tampoco tuya. ¿Quieres que te haga compañía?
Como decirle que no a esos ojos azules.
Ella me acompaña al interior de mi habitación, toma uno de los libros en mi mesa y se sienta en mi cama.
— ¿Tus padres murieron de algo cardiaco no? —pregunto tomando las cosas para bañarme.
—Algo similar.
— ¿Cómo fue? —me siento a su lado.
Ella respira profundo, creo que duda si contarme o no.
—Mi primera memoria es de cuando tenía ocho años, creo que incluso entonces era huérfana porque recuerdo a unas personas entregarme a mis padres. Ellos eran maravillosos, los mejores años de mi vida y los únicos que recuerdo los tuve con ellos.
Escucho atento para no interrumpirla.
—Un día llegaron a nuestra casa unos señores, llevaban batas de médico y estetoscopios en sus manos, también un crucifijo en el cuello como los que usan los maestros de aquí. Vi el miedo en sus ojos cuando vieron a aquellos hombres, intentaron luchar contra ellos pero perdieron. Vi —comienza a sollozar, esto debe ser duro para ella —Vi sus cuerpos ardiendo, yo intenté gritar, pelear contra ellos pero no pude. Recuerdo que inyectaron algo en mi cuello y desperté aquí. Volví a despertar con otra aguja en mi brazo, me dieron la cura, pero no funcionó.
¿Qué es la cura? ¿Un vacuna? Tal vez sus recuerdos han sido cambiados por el tiempo.
—Siento lo de noche, quise volverá ser…, y no quería y resistí hasta que me encerré. No quería hacerles daño, no estoy lista. —su explicación me deja igual que antes.
Tomo su mano, me ha confiado algo importante y difícil para ella. EL sonido de la ducha me recuerda que estaba listo para tomar un baño.

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