La mención de sus dieciocho años me recuerda que debo comprar algo por su cumpleaños. Necesito algo que sea especial, que demuestre cuanto me importa. Bajo las escaleras para desayunar, el olor a café inunda mis fosas nasales. Él está parado ahí, terminando de preparar el desayuno de los chicos.
—Buenos días papá —lo saludo sirviéndome mi taza de café.
No he querido mencionar lo que Ann me ha contado, no sé en que pueda resultar sacar el tema, y con tantos cambios ocurriendo ahora mismo, no estoy preparado para enfrentar algo así. Que mi padre es un mentiroso, que está involucrado con gente del negocio de trata de blancas.
—James, te levantaste temprano hoy. —señala asombrado. Si lo hice, y lo genial es que pude dormirme — ¿Esa chica verdad? —Intento no asentir, ¿Quién dijo que meterse con gente extraña mejora tu salud? —No pareces que estés bien. ¿Qué te pasa?
—No quiero hablar contigo de eso. —tomo un pedazo de pan en la otra mano.
— ¿Por qué no hablas conmigo? —se pone en el medio de mi camino y con las manos ocupadas no puedo apartarlo.
—Por favor apartarte.
Reprimir todo lo que hay en mí ahora mismo es casi imposible.
— ¿Por qué tan hostil? ¿Es por lo que te dije de esa chica?
— ¿De cuál? ¿De Ann o Amy? Parece que no te gustan ninguna de mis compañías.
—De esa estudiante.
—Si —miento para no dar explicaciones.
—Lo siento, sé lo que te dije.
—Sé que tenías razón en tus palabras, tal vez por eso me molesta tanto lo que siento. Pero estaré bien.
— ¿Y por qué no le dices lo que sientes? —me asombra recibir un consejo así de él.
— ¿Tú decirme esto? Eres el primero que me recuerda normalmente que es una niña
—Pero viéndote así, recuerdo que también eres humano, y eres joven, hace poco tenías la edad de ella. Y sé que no quieres hacerle daño o aprovecharte de su inocencia, sé que si la quieres, la quieres de verdad. Nadie dijo que el amor fuera fácil, pero no es imposible. Es… —él final de esa frase llega rápidamente a mi cabeza
—Cosa de valientes
—Exacto y no creo que haya nadie más valiente y obstinado en este mundo que tú. ¿Por qué no la invitas a cenar con nosotros?
—Quiero tener una oportunidad de conocerla.
—De aprobarla, dirás.
—Hijo —mis palabras fueron demasiado duras.
—Gracias papá. —él me abre el paso.
Este repentino cambio de opinión es muy extraño, tal vez, tal vez se trae algo entre manos.
Subo corriendo las escaleras, me recompongo frente a la puerta antes de tocar, debo interceptarla antes de que se vaya a clases. Doy dos golpes, ansioso, su voz me recibe inmediatamente.
—Adelante —grita ella desde el otro lado y yo abro.
Está peinando su cabello, preparándose para las clases. Luce hermosa, como si un halo de alegría envolviera sus facciones.
—Hola. —la saludo admirando la forma en que el negro de su pelo contrasta a la perfección con el blanco de sus hombros, las pequeñas pecas rojas que recorren su cuello nunca las había notado.
—Hola, buenos días —me sonríe dejando el cepillo sobre la cómoda de madera.
—Ten —le alcanzo el pan que traigo en mi mano. —Bajé temprano a la cocina para buscarlo. Quiero que te alimentes mejor.
—Gracias James, no tenías que molestarte. —se levanta para depositar un suave beso en mis labios.
Doy un par de vueltas en lugar preguntándome como preguntarle, ni siquiera sé si hacerlo, no tengo claro que sea una buena idea.
— ¿Qué pasa? —ella nota la duda en mi rostro.
—Puede que te parezca extraño, pero, ¿Te apetece cenar con mi padre y conmigo esta noche en la cocina? —suena menos romántico de lo que esperaba.
—Sí — ¿en serio? —, y después hablo con toda la escuela. —me impresiona su sarcasmo. Demasiado bueno para ser verdad —Ya te lo dije no quiero exponerme a más nadie. Sé que él también debe odiarme.
— ¿Por qué piensas eso?
—Debe pensar que te estoy utilizando —realmente le preocupa lo contrario.
—Mi padre es como yo. —lo que sea que signifique eso.
—No entiendes, he dejado caer señales y tú sigues sin entender —pues no, no entiendo.
—Tal vez te entendiera si me ayudases a hacerlo —quedo frente a ella —Te ves bien —me atrevo a halagar su belleza.
— ¿Has estado bebiendo otra vez? —me hace gracia su perspicacia.
—No, en serio, y si te ves bien.
—Entonces gracias, no soy muy linda —es la locura más grande que jamás he escuchado.
—Claro que sí, eres preciosa.
—No, no lo soy —más terca que una mula
—No me harás cambiar de opinión con tu faceta multidepresiva. Por favor ven. Es como si estuvieras en el comedor normalmente, simplemente comiendo, sólo que en un comedor más pequeño con sólo dos personas. No tienes que hablar si no quieres.
— ¿Podrías irte?, voy cambiarme de ropa —cierra el tema de forma abrupta
—Claro
Mejor la dejo pensar sobre el tema, puede que lo tome bien. Camino hacia la oficina donde Ann ya me espera, abro la puerta y con solo tiempo para cerrarla, ella se levanta y se lanza feroz hacia mis labios, no tengo tiempo a reaccionar. Casi me empuja hacia el escritorio dejando caer las cosas sobre este. Su mirada es de lujuria, toma un segundo lejos de mis labios para recobrar el aire.
— ¿Qué pasa? —pregunto confundido por su actitud.
—Solo tenía deseos de besarte. —veo la pasión en sus ojos.
Me pregunto si soy yo el que las vuelve locas.
— ¿Por qué?
— ¿No te gusta que te bese? —No metas la pata.
—Claro que me gusta.
—Tengo que ir a clases —se acomoda su ropa —Recuerda nuestra cita esta noche.
Mierda, la cita. Tengo la cena con Amy y papá.
—Sí, es que…
— ¿Qué pasas? —se cruza de brazos.
Ya la enojaste.
—Lo siento, la olvidé y quedé con mi padre para cenar esta noche con él. NO hemos hablado mucho desde que me contaste aquello, y creo que será una buena oportunidad para que hables con él.
—Ah, —veo como su rostro se vuelve menos severo —está bien. Deja un suave beso sobre mis labios. —Nos vemos al rato entonces.
Al fin se ha ido. Odio engañarla así, la chica me gusta y todo, y una relación con ella sería incluso más normal, es hermosa además; pero no, yo tengo que estar perdido de amor por la chica menor que yo que además es mi paciente.
Camino hacia las ruinas, he quedado con Amy de vernos ahí después de sus clases. Con cuidado bajo por la vieja escalera, no importa cuántas veces pase por aquí, siempre voy a sentir que estoy a punto de matarme. Al verme pasa sus manos alrededor de mi cuello.
—Hueles a ella —No lo dudo con el apretón de está mañana.
—La vi hace unas horas —le confirmo y veo como desparece la alegría de su rostro.
— ¿Por qué sigues con ella? —me pregunta molesta — ¿Te gusta?
—No Amy, claro que no, tú eres la única con la que quisiese estar, pero ella, ella tiene información valiosa que darme.
—No me gusta su perfume —me da la espalda.
Creo que sería un buen momento de cambiar el tema.
—Pensaste en lo que te pedí.
—Si.
— ¿Y? —no tengo muchas esperanzas.
—Está bien iré.
No sé qué decir, no esperaba esta respuesta, por lo menos no sin tener que rogar durante horas.
— ¿En serio? —no puedo dejar de sonreír, parece que alguien ha puesto una percha en mi boca.
Esto me demuestra cuanto significo para ella. La tomo por un poco más arriba de las rodillas, para levantarla y darle vueltas mientras la sostengo en el aire. Ella rie, devuelvo sus pies al suelo, y tomo con ambas manos su rostro.
—Gracias —la beso y me detengo a observar sus ojos azules
La campana del regreso a clases suena, dejo que ella se marche primero. Después de unos minutos me decido a salir yo del lugar y regresar a la oficina. Mi día se ocupó con una chica que se cayó de un banco y tuvo una fuerte contusión en la cabeza, tuve de llevarla al hospital más cercano para unos rayos X y otros exámenes que no podía ofrecerle en el consultorio de la escuela.
Llego exhausto de un día tan agotador, me doy un baño y caigo en la cama. Despierto dos horas después, casi son las ocho. ¡Oh mi Dios! la cena con Amy y papá. Me arreglo lo más rápido posible, abrochándome el zapato izquierdo llamo a su puerta. Ella abre lleva un vestido negro que moldea su bella figura y deja ver su espalda bajo sus risos. Era de su madre, es una de las pertenencias de ella que guarda.
—Te ves fantástica —me quedo boquiabierto
—Gracias, no sabía cómo vestirme, menos mal que te agradó
—Solo disgustaría a un ciego por que se perdería de ver una estrella. Y agradezco que hayas aceptado mi invitación. —Sonríe, hermosa, agradecería que llevase esa sonrisa siempre.
— ¿Bajamos? —pregunta
Ahora viene el verdadero reto, bajar juntos hasta la cocina sin que nadie nos vea. Yo voy delante, los alumnos deben estar en los patios o en sus cuartos así que las escaleras están despejadas. Logramos llegar al primer piso.
—James tengo miedo, de que pase algo y ella tome el control. Temo hacer daño a alguien. —noto sus manos sudadas.
No puedo entender lo que dice. Pueden que sean solo los nervios de conocer a mi padre.
—Todo estará bien —Intento tranquilizarla.
¿Qué daño puede hacer una chica sin ninguna arma?
—Bienvenida a mi humilde cocina —galantea mi padre al verla —soy el padre de James, Tom Johnson. —Ella asiente con la cabeza y se sienta a la mesa a mi señal.
—Quería conocerte —dice mi padre —mi hijo habla mucho de ti.
— ¿Cómo paciente? —indaga ella
—Sí, pero no me cuenta de que hablan. Solo que eres como el carbón
— ¿Disculpe? —ella se asombra con mi metafórico padre.
—Sí, sin importancia para el resto, pero capaz de convertirse en diamante
—Es muy dulce de su parte —agradece —pero se equivoca, nunca seré un diamante.
Mi padre y yo continuamos hablando, ella se mantiene jugando con la comida, la observo cada pocos segundos.
—Discúlpenme —tengo que ir al baño.
He olvidado que llevo horas sin ver uno, no debí tomar tanta agua en la cena. Me alegra ver a mi padre así, más abierto, más él. Sacudo mis manos después de lavarlas y regreso a la cocina. Escucho que ellos hablan, quiero escuchar sobre que, así que me quedo esperando tras la puerta.
—Sé lo que tramas —escucho decir a mi padre —No dejaré que lo hagas.
—No sé de que habla —responde ella.
—Sé que el suero no funciona contigo y que ella te controla. Pero déjame decirte algo, esta vez no te saldrás con la tuya y lograremos eliminarte.
Esto me parece suficiente.
—Basta papá, dijiste que no harías esto —le grito, estoy furioso
Ella parece de repente mareada, la sostengo al ver que pierde el equilibrio. Algo cambia en sus ojos que no alcanzo a ver, se levanta y corre fuera de la habitación.
—No hemos terminado —le digo a mi padre antes de salir tras Amy.
La persigo pero justo cuando estoy por alcanzarla se encierra en su cuarto. Toco desesperadamente la puerta.
— ¿Estás bien? Respóndeme —pido del otro lado intentando no gritar, para no hacer ruido.
—No, no estoy bien, esto fue una mala idea y no puedo volver a ser yo. —contesta sin abrirme —Tú padre tiene razón, no puedes estar conmigo.
— ¿De qué hablas? Por favor ábreme.
—Por favor, vete. Ya te veré después.
Me voy a mi habitación, no quiero lidiar con mi padre ahora, lo que hizo es imperdonable. Una vez más en medio de la noche vuelvo oír los gritos y corro hacia ella. Pero esta vez no abre la puerta, intento probar la cerradura pero al parecer la cerró con llave en la noche. El miedo y la desesperación me recorren al escuchar sus gritos. Me quedo sentado del otro lado, espero que despierte y me abra. No quiero irme de aquí, no quiero que piense que la he abandonado, de a poco el sueño empieza a vencerme.
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