PRINCESA CON CICATRIZ UN NUEVO COMIENZO-¿QUÉ HACES AQUÍ?

El concierto que Jonathan había preparado para nosotros, se extendió casi hasta las 3 de la mañana, no tuve otra opción que dejar mi bolsa de regalos a un costado y unirme a la fiesta.

me senté cerca de Cristal, y ambas comentábamos de la hermosa voz que poseía mi querido artista, tenía el carisma de Gabriel Dinz, era totalmente diferente en el escenario, inhibido, cualquiera que no lo conocía, fácilmente podía llegar a decir que es un chico tímido, hasta que lo ven cantar, fue la sensación que me causó cuando lo vi por primera vez. Luego de sus primeras dos canciones se agrandó la fiesta, para nuestra sorpresa, los amigos de su banda llegaron, dos de ellos con sus respectivas novias, excepto el baterista, y me fijé como le echó el ojo a Cristal desde que llegó, a lo mejor le llamó la atención el mechón azul que todavía tenía ella en el medio de su cabeza.

Yo animé enseguida esa posibilidad, al menos para que Cristal se asociara con otras personas mientras estaba allá, porque pasaba mucho tiempo metida en sus libros, era un compromiso el que ella había asumido con mucha altura, pero, necesitaba distraerse, y pronto me encontré yo, estimulando a Cristal en asuntos amorosos como si yo fuera la gran experta.

 Fue muy agradable la compañía de Jonathan y la banda ese día, aunque no pude entregarle su regalo en ese momento, ni a él ni a nadie, el 25 aún permanecía enterito como dijo mi abuela cuando me quejé al respecto

Fue la nana la que nos despertó el 25, después de ese trasnoche, caí en esa cama como muerta, me acosté con toda y ropa de fiesta, apenas alcancé a sacarme el maquillaje, Cristal me dijo que ella y yo nos habíamos quedado hablando en la cama del nuevo pretendiente, ella tuvo que reconocer que no se veía nada mal, pero yo me dormí sin escuchar esa parte.

Cristal y yo, bajamos para la hora del almuerzo, el abuelo estaba preparando una rica carne asada a la barbacoa, por favor, que manera de cocinar la de mis abuelos, mami, le había propuesto contratar a alguien para que se encargara de hacer la cena de noche buena, hasta contempló la posibilidad de tener una persona fija para que solo cocinara y ella pudiera descansar, pero mi abuela, enseguida saltó como leche hervida, –No señor, en mi cocina no meto a ningún extraño, además, como me voy a perder el placer de cocinarle a mi familia ahora que la tengo cerca–dijo ella esa vez, y en eso le di la razón, además, mi abuela tenía el sazón más delicioso de todo Brasil, mi nana nunca se enteró de ese dicho, porque a ella le decía lo mismo, pero es que ambas, cocinaban con la misma calidez.

Mi madre bajó en ese momento, estábamos en la terraza ella llegó quejándose de una jaqueca y no era para menos con todo el alcohol que se había tomado esa noche.

 Me saludó con un beso en la mejilla, mientras ajustaba sus anteojos negros que llevaba puesto porque hasta el resplandor solar le molestaba, y ese día la temperatura estaba sobre los 32 grados, yo amaba el calor, a pesar de mi contextura física, no era de esas que se quejaba todo el tiempo con esos tiempos calurosos.

El abuelo sirvió unas ricas chuletas con ensalada, habían preparado otras variedades de comida, ya se habían acostumbrado a la idea de que mi madre era vegetariana, la abuela estaba convencida que su comida la haría volver en si, pero aún no lo habían logrado.

Mientras disfrutábamos de la comida familiar a la luz del día, vimos que se acercaba una ford f maxx negra, no era un auto que me resultase familiar, al menos en los días que había pasado allí, nunca lo había visto, nos miramos todos de manera extraña, mi abuela preguntó

–Fabiola ¿esperas a alguien?

–No mamá–contestó mi madre frunciendo el ceño, mi madre era la única que podía recibir una visita como esa, porque el auto era muy lujoso, igual al que mi madre tenía en Leblon, solo que el de ella era de color rojo. Pasaron unos segundos y nadie salía del auto, yo empecé a preocuparme, me imaginé lo peor, ¡y si era algún secuestrador! porque para los colmos, los vidrios del vehículo estaban totalmente oscuros, y en la posición en la que nos encontrábamos,  no se podía ver a nadie

La abuela regañó al abuelo porque el portón que daba entrada a la granja, hace dias que tenía dañado el paso automático, y cualquier persona podía pasar si se acercaba y maniobraba la puerta

–Te había dicho Manuel que esa puerta había que arreglarla, ahora tenemos un extraño en la entrada que pasó sin avisar

–yo voy a ver quién es–se ofreció mi madre

–De ninguna manera hija–dijo mi abuelo, ahora mismo llamaré a la policía para que quien sea que esté metido en ese auto, lo saquen ya

En la casa creció la tensión, los trabajadores de la hacienda no estaban pues era navidad y era viernes, hasta el lunes no se reintegraría nadie, mi abuelo era el único hombre que había en la casa, él con gusto quería bajar con una escopeta en manos, pero la abuela se lo impidió.

Por suerte el abuelo tenía un amigo personal en la policía local que estaba de servicio ese día y llegó cinco minutos después, pero quien se había estacionado en la Ford afuera de la casa, seguía allí sin dar la cara

Pudimos escuchar la alarma del vehículo policial desde mientras se acercaba, aprovechamos para bajar hasta el primer piso, cuando el policía amigo del abuelo estuvo cerca, el oficial estacionó el auto detrás de la Ford de manera que quien estuviese adentro, no le diera tiempo a escapar, el oficial bajó de su auto con un arma en la mano, eran ya las 3 de la tarde, el sol estaba en su hora pico, y nosotros estábamos observado la escena desde la ventana de cristal del living, el policía tocó el cristal delantero del auto, de inmediato, apreciamos como bajaron la ventanilla del asiento trasero, aunque aún no se podía evaluar quien era el personaje en cuestión, observamos el gesto de sorpresa en el policía cuando descubrió quien estaba en el vehículo, guardó su arma de inmediato, se acercó hasta nuestra puerta llamando a el abuelo

–Don Manuel, –dijo acercándose a la puerta, mi abuelo se aproximó y miró a su amigo esperando alguna respuesta

–venga Manuel, se puede acercar hasta el auto por favor –le dijo el estatal, como el abuelo confiaba ciegamente en su amigo, salió sin dudar, cuando llegó hasta el vehículo que llevaba minutos largos estacionado, él también arrugó la cara con sorpresa, pero al momento dijo – ¡tú! Que haces aquí

Mientras el abuelo estaba impresionado con el personaje misterioso en el auto, Jonathan y su tío llegaron a casa, cruzaron enseguida por la puerta, me quedé impresionada porque no pensé que lo vería tan temprano ese día

–Que haces aquí–le dije

–Es que tu madre nos llamó asustada hace unos minutos diciendo que estaban solas y que había un auto parado enfrente con alguien extraño adentro, que necesitaba que viniéramos a ayudar a don Manuel, pero, estoy confundido no entiendo nada–dijo Jonathan, al ver a mi abuelo parado discutiendo desde afuera del auto, mientras su amigo el policía intentaba interceder, Joao se había quedado afuera con mi abuelo, tratando de calmarlo

–Mamá, Joao y Jonathan están aquí–le grité, ella había subido a su habitación desde donde había hecho la llamada

No pude darle mucha explicación a Jonathan porque al igual que él, todavía estaba sin entender nada, yo pensé que era algún cliente del abuelo, o amigo con el que él había hecho algún negocio, pero, por qué el policía parecía conocerlo y Joao también, eso me creó más confusión, porque ese hombre o mujer, aun aguardaba en su auto sin dar la cara, estaba en el asiento trasero, se veía claramente que tenía un chofer

–Este hombre no ha de ser un hombre común y corriente, porque anda con un chofer–le dije a Jonathan, –no te fijaste quien era–le pregunté porque el y Joao pasaron por su frente

–no alcancé a verlo–me dijo

–Mamá, volví a gritarle, y vi que bajó furiosa, me asusté, pensé que era por mis llamados insistentes, ella estaba sensible por la resaca de la nochebuena, entonces la vi salir de la casa con una rabia que azotó la puerta, se fue hasta el vehículo, se paró en frente de la ventanilla entonces gritó –aquí, no vas a entrar, quien te dio el permiso de que vinieras

Joao la sostuvo y mi abuelo también, porque esa mujer se volvió como loca, y yo no me contuve, necesitaba saber que estaba pasando así que salí y me acerqué y le grité

–Abuelo, mamá ¿qué pasa?

–Fiorella, por favor, entra a la casa–me gritó fuerte mi madre

–Pero mamá –insistí

–Te dije que te metieras a la casa–me volvió a vociferar

De repente vi que la puerta de esa Ford se abrió, y hubo un forcejeo con mi madre, ella quería impedir a toda costa que la persona en el auto saliera, pero mi abuelo y Joao le pidieron que se calmara, el amigo de mi abuelo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitar que mi madre hiciera trizas ese auto, nunca la había visto asi tan encrespada, hasta que después descubrí que pasaba

Un hombre alto y corpulento salió de la camioneta y dijo mi nombre, “ madre santa” me quise caer para atrás, era el hombre de la foto, ese hombre era mi padre, me quedé por unos segundos con la mano en cara sin poder reaccionar, que casi me desmayo, me devolví corriendo para adentro de la casa, la abuela quien observaba en la puerta, salió a socorrerme, pero yo pasé de largo y me fui directamente al baño de servicio que estaba en la planta de abajo y me encerré allí, me había agarrado un ataque de pánico me sentía morir, mi corazón estaba latiendo tan fuerte y rápido y me vi obligada a respirar agitada

La abuela me fue a tocar la puerta, me gritaba –Fiorella, Fiore hija déjame entrar, yo no respondía, no podía hablar, las pocas fuerzas que me quedaban la utilizaba para respirar, el aire que entraba por mi boca, se sentía frío, yo sentía frío en un día caluroso, y empecé a temblar, ya me habían agarrado episodios como esos pero no tan abruptos como el de ese día, mis oídos empezaron a emitir un fuerte chillido y mis manos se me entumecieron y se pusieron frías, yo aún estaba consciente, me di cuenta que me había bajado la presión, y que si no comía algo salado rápidamente, iba a colapsar en cualquier momento, pero había cerrado la puerta del baño por dentro y ya no me quedaban fuerzas para levantarme del piso y abrirla

La abuela seguía insistiendo que le abriera, forcejeando para poder entrar, no se si mi padre se había ido, o si seguía esperando a fuera, desde que me metí al baño, quedé exenta a las situaciones que pasaban afuera. De un momento a otro, mis rodillas empezaron a temblar, entonces sabía que era cuestión de minutos para caer tendida al suelo, lo último que escuché fue la voz de Jonathan que me gritaba que le abriera

Después de un tiempo, no sé cuánto había pasado, pero cuando me desperté me encontraba en otro lugar que no era la casa de los abuelos, cuando pude abrir mis ojos por completo, me di cuenta que estaba en un hospital, con un suero colgado a mi lado, a Jonathan parado frente a mí, a mi madre y a Cristal quien acariciaba mi pelo

–Despertó gritó Cristal

Vi a mi madre salir de la sala en busca de un doctor, la cara de felicidad que puso Jonathan al verme abrir los ojos, me hizo reaccionar, yo todavía no sabía lo que había pasado, lo único que pude recordar, fue el momento que intenté ponerme de pie y mis rodillas se tambaleaban de un lugar a otro, hasta que me desplomé en la bañera

–¿Qué pasó? –alcancé a preguntar, me sentía cansada, tanto, que me costaba abrir los ojos

–Te desmayaste en el baño Fiorella, te bajó la presión y no reaccionabas–me dijo Cristal arreglando mi cabello, era la segunda vez en un mismo mes que me internaban en un hospital, la primera fue porque lo había provocado, pero ese momento, que yo recuerde, no hice nada en contra de mi vida, incluso, luchaba por reponerme, pero fue tan fuerte mi dolor de pecho y la falta de aire que sentía, que lo único que quería era estar recostada en algún lugar

–Ey, tu, ven acércate–le dije a Jonathan quien me seguía mirando a unos pasos de distancia

Yo intenté sentarme, pero me volví a caer para atrás

–no,no, –dijo Jonathan acercándose a mí para arreglar mi espalda

–No señorita, usted debe permanecer acostada–dijo aproximando su rostro al mío, su aroma, su sonrisa, sus brazos sosteniendo mi cuerpo, hicieron que se me pasaran todos los dolores, yo lo miré embobada como siempre lo veía cuando estaba tan cerca

En eso entró mi madre con el doctor, habían pasado menos de cinco minutos cuando ella fue por él, al examinarme revisó mis pupilas, la garganta, la presión, por los gestos de su cara indicaba que estaba todo bien

–Es usted muy fuerte señorita Fiorella, tuvo una descompensación en su presión arterial consecuencia de un ataque de pánico, ¿usted siguió tomando los ansiolíticos que le recetó su doctor en Leblon? –me preguntó

Yo guardé silencio por unos segundos, miré a mi frente y estaban mi madre, Cristal y Jonathan que no me sacaban la mirada de encima esperando mi respuesta, nadie sabía que tenía diez días sin tomarlas, –es que me sentía tan bien que no tuve necesidad de tomarlas más –le dije al doctor

Mi madre abrió la boca sorprendida, moviendo la cabeza de un lado al otro

–Esta bien señorita la entiendo, pero no debe de dejar de tomar su medicación si su doctor no se lo autoriza–agregó el amable médico, con la cabeza llena de pelos blancos y con una tierna sonrisa, en su rostro no tenía ni una arruga y parecía demasiado joven para tener tantas canas, su trabajo de seguro no era nada fácil

Lo vi llenar una receta, la selló y puso su firma y se la entregó a mi madre

–Esta niña ya está lista para irse a su casa, está en perfecto estado de salud, pero ojo, –dijo volteando hasta mi mirándome fijamente –no debe dejar de tomar sus pastillas hasta que pueda volver a ver a su doctor, pero si llega a sentirse mal por alguna razón, puede traerla –concluyó y se fue

De inmediato entró una enfermera, mi madre sacó a Jonathan y a Cristal de la sala, se despidieron para que la enfermera pudiera hacer su trabajo, ella procedió  a sacarme el catéter que habían puesto en mi brazo izquierdo que sirvió para pasar el suero, mi mamá me ayudó a vestirme, le dije que estaba bien que no era necesario, pero yo ya reconocía esa actitud de mi madre, sabía que se sentía culpable por lo que había pasado, y en una manera de enmendarlo, era estar ahí conmigo, no quise abundar nada sobre el tema, ella estaba en silencio, y yo igual.

Cuando estuve lista, un enfermero llegó para llevarme hasta afuera en una silla de ruedas,  quise salir caminando por mis propios pies, pero, ella se empeñó en que debía ir en la silla, y accedí. yo estaba un poco desorientada con el horario, sentía que había pasado una eternidad

–Qué día es y qué hora es–le pregunté al salir de la sala

–Todavía es 25 y son las 11 de la noche–contestó mi madre

El enfermero me llevaba a cuesta en la silla, pasamos por el salón principal, era un moderno y elegante hospital, y bastante costoso, de lejos, alcancé a ver unas manos que se batían por los aires haciéndome seña, aclaré mi mirada, y era la abuela, estaba toda la familia esperando mi evolución, mi nana, los abuelos, Adela, Cristal, Jonathan y el tío Joao.

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