*Omnisciente*
Como extraña a su niña, extraña sus conversaciones sin fin de cualquier tema que para ella es de suma importancia y que otros ignoran, extraña a su pequeña Brii. Amara observa con nostalgia la habitación de Brida, tan sencilla como ella misma, pero tan vivas que es difícil dejar pasar. Su lealtad siempre estuvo en Verónica bien podría decirse que la misma Amara vio los inicios de esta. Nada que ver con la Verónica de ahora…
—¡Aquí estas! —escucha que dicen a sus espaldas. Limpiando las rebeldes lágrimas que han comenzado a deslizarse por sus mejillas se da la vuelta encontrándose con Leticia, la secretaria de Verónica. Amara le regala una mirada expectante a lo que la mucha no duda en responder—. La señora Verónica desea hablar contigo en su despacho y de eso hace una hora, no te encontraba por ningún lado Amara.
Como si no desease que alguien más esté en la habitación comienza a caminar hacia la puerta.
—Eso es que no buscaste bien, niña. Hace unos minutos estaba en el cuarto de estar. —responde con su habitual dulzura—. Vamos a ver qué es lo que desea Verónica…
Comenta sin interés, cerrando con seguro la puerta al salir. Ambas mujeres caminan hacia las escaleras en completo silencio.
Amara ingresa al despacho sin tocar y como si ya fuera una costumbre la mujer dentro de la habitación le dedica una mirada ceñuda que no dura más que un par de segundos.
Detrás de un hermoso escritorio de caoba negro se haya una Verónica perfectamente vestida, la elegancia y gracia siempre ha estado presente en su aura. Su cabello rubio ya no se encuentra como antaño largo hasta su cintura, sino que ha optado por un corte moderno que le acentúa la belleza que aún posee, su rostro luce un maquillaje sencillo realzando sus grandes ojos verdes para cualquier momento, y es que la mujer a sus 56 años se mantiene tan fresca como una mañana en primavera, eso no se puede negar.
—¿Para que soy buena?
Inquiere con suavidad Amara, tomando asiento en unos de los modernos sillones de cuero que hacen parte del mobiliario del lugar. Verónica abandona el escritorio y con pasos delicados comienza a acercarse a la menuda mujer, tomado asiento frente al otro sillón.
—Siempre tan directa, querida Amara. —alude mordaz—. Ya que te gusta ir directo al grano te pregunto, ¿has hablado con Brida?
La sorpresa se refleja por completo en el rostro de Amara ante esa pregunta. Verónica nunca pregunta acerca de Brida, desde que se marchó no volvió a escuchar de sus labios palabras respecto a su Niña.
—¿Por qué el interés?
—¿Qué?, —protesta con evidente dramatismo—. ¿No puedo preguntar por mi nieta?
—Que preocupada. Se me es un tanto extraño viniendo de tu parte.
—Tengo corazón, Amara.
—Y yo memoria, Verónica. —refuta áspera.
—Me alegro que recuerdes eso, es muy importante para lo que tengo que decirte.
—Dejate de acertijos y dime que es lo que deseas saber. —Amara percibe que la conversación que viene no será agradable—. Espero por ti
—Alguna novedad que debas contarme de tu querida niña?
—Por tu interés imagino que sabes algo. —comenta tranquila sin mirarla.
—Quizás, pero quiero escucharte a ti.
—¿Que deseas escuchar de mí, Verónica? Que tus mentiras después de todo no lograron mantener sus patas largas y comienzan a salir a la luz… —comenta con voz argentina—. Sebastián le dijo la verdad a Brida, que sólo son primos tal y como debió ser siempre ¿o no?
—Es lo único que sabrá y más te vale quedarte cayada. Los secretos de la familia no te incumben…
—¿Qué te preocupa tanto?
Amara nota que hay algo más detrás de su fingido interés.
—Tu querida niña no es una blanca paloma después de todo y sus acciones traerán fatalidades a esta familia. —reprocha. De pronto se siente incomoda sentada así que abandona el sofá para ir directo a la ventana, la cual ofrece una hermosa vista al jardín. Tras ella Amara la observa absorta sin entender del todo lo que habla.
—Brida se ha ido tal y como tú has querido, ¿por qué insistes en odiarla? Es tu nieta, lo único que te quedo de la señorita Mía.
—No la odio.
—Eso no es lo que has demostrado en todos estos años desde que sus padres murieron.
—Ella lleva la misma sangre que ese hombre, tú más que nadie sabe que ese maldito se llevó a mi hija…
El rencor se adhiere en cada una de sus palabras.
—Se amaban, fue la persona que tu hija eligió para amar y formar su familia, Verónica.
—Y mirad como termino…
—Nadie puede ir contra el destino, no existe culpable alguno ante lo que pasó. Sin embargo, tú sí eres culpable de que Brida creciera sin conocer plenamente el amor de su abuela y todo por tu odio sin razón.
—BASTA. Lo que haga o no haga con mi vida y la de mi familia es mi problema, no pases la línea…
—¿Cual línea? Verónica no quieras amenazar a una vieja que conoce tu vida como la palma de su mano, cariño…
Bendita sea el momento en que su marido la contrato como su acompañante, Bendita sea su inocencia de aquel entonces y confiar en la mujer que tiene justo detrás suyo…
—No te pases de lista, Amara.
—Como digas, Verónica. Siempre te lo he dicho y te lo vuelvo a repetir; suelta el pasado. —Amara ahora entiende a la perfección el comportamiento de Verónica, esta solo busca saber si su verdad salió por completo a la luz—. Lo que te acoja no es más que una pequeñez, si lo que buscas es si se lo mismo que tú sabes, es que si. Desgraciadamente la historia se repite y tal y como la primera vez estas errada.
Las veces que ha hablado con Brida la ha notado diferente y por más que ha intentado ignorarlo no ha podido.
Verónica es vez de cambiar algo solo complicó más las cosas.
—Te equivocas… Esta vez puedo cambiar las cosas y evitar una desgracia.
Dice con determinación, virando hacia el frente. Amara frunce el ceño sin entender a qué se refiere.
—¿Qué dices?
—No voy a permitir que Brida engatuse a Sebastián tal y como su padre hizo con Mia, la única diferencia es que esta vez la hija no respeta la sangre…
—Ay, que necia eres. Tu hija tomó una decisión nadie la obligó. Si no viera el odio en tu mirada creería que haces todo esto por proteger a Brida, pero nada de eso es posible si solo la has despreciado y ahora pretendes meterte en la nueva vida que ha comenzado lejos de ti.
Verónica no cambia su expresión y como si le molestase que Amara defienda a Brida elige por soltar todo el veneno posible de sus labios.
—¿Acaso estás de acuerdo con el pecado?
—¿Quién soy yo para juzgar? Cada quién sabe lo que hace, Verónica.
—Entonces si sabes algo más.
Réplica con voz impostada acercándose.
—¿Y qué es lo que debo saber?
Cuestiona, levantando la mirada sin dejarse intimidar por ella.
—No te hagas. Tu querida Brida está iniciando un acto inmoral.
—¿A Sebastián quién lo está obligando? —Interpela con voz cansina Amara. Verónica sólo coopera por sí misma y pretende culpar de todo a Brida—. Dejate de estupideces Verónica, ambos son mayorcitos para decidir lo que quieren y no quieren en su vida, ni tú, ni yo tenemos que meternos en eso, al fin y al cabo, no están haciendo nada malo
—NO SIGAS. No abuses de la confianza existente entre ambas.
—Me importan un comino la confianza si estas atentando contra mi niña, esa niña que perdió a sus padres y en vez de encontrar amor y apoyo en su abuela solo encontró odio injustificado. —la calma que siempre la acompaña se desvanece por completo dejando ante su partida una colera y ganas de aventársele encima a la mujer que tiene en frente. El estar errados es de humanos, no obstante, Verónica parece que se aferra a ello con todas sus fuerzas sin intentar dar un cambio—. No seré yo quien destapé tu caja de pandora, Verónica. Dejare al tiempo encargado de ello, pero tú serás quien cargue con el arrepentimiento de sea lo que sea, que estás planeado para meterte en la vida de Sebastián y Brida. Nadie te asegura a ti que eso dure por siempre si me disculpas tengo cosas que hacer, no vaya a ser y comiences a decir que ya no hago mi trabajo.
Al diablo con lo que para cree que es mejor, esa relación debía terminar lo más pronto posible. No volverá a perder a alguien importante en su vida, no si puede evitarlo.
Parte de sus verdades están saliendo a luz, sin embargo, será simplemente esas partes que sepan, nada más…
***
Aparentar que todo está bien es casi un martirio, Brida aún no sabe de lo que es capaz Verónica con tal de no perder, y el que ella y Sebastián posiblemente estén en algo para Verónica es perder por completo.
Inquieta y con los latidos del corazón un poco acelerado se va directo a la cocina a preparar la comida.
—Mi niña espero sepas bien lo que heces…
Susurra a la nada comenzando a sacar las cosas para la comida.
Deja un comentario