Guerreros de luz – Capítulo 11

Caminaron al centro del patio recreativo y Carl miró a su alrededor para estar seguro que no había nadie más, en cuanto vio que todo estaba despejado, Matthias y Shirley aparecieron y Carl les ordenó en silencio que formaran un círculo dejando un diámetro de unos tres metros de separación.

Los tres sacaron sus espadas y Day los imitó, después las apuntaron hacia delante con fuerza como si estuvieran apuñalando a alguien.

—Cuatro círculos grandes a la derecha, chicos —ordenó Carl.

Los tres comenzaron a formar cuatro grandes círculos con la espada en el aire, tal como lo estaba haciendo Carl, lo hacían despacio y sin temblar.

—Necesitamos un acceso —dijo Carl en el primer círculo.

—Necesitamos descender —dijo Shirley en el segundo círculo.

—Más allá de los límites —dijo Matthias en el tercer círculo.

Day se quedó helada, era su turno y nadie le había dicho lo que debía decir, sus tres amigos la miraron presionándola para que hiciera algo.

—¡Ábrete, infierno! —dijo al fin mientras completaban el último círculo.

La tierra tembló a sus pies y esta se abrió formando un agujero. Los cuatro miraron hacia dentro, el borde de la entrada llegaba a la punta de sus pies como si se hubiera hecho a propósito y no por pura casualidad.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Day viendo que no había algún tipo de acceso como una escalera o algo similar.

—Tenemos alas —dijo Matthias.

—Oh, cierto.

Descendieron lentamente utilizando sus alas, y sus espadas las llevaron al frente para que pudieran ver, pues todo era una total oscuridad.

Después de muchos minutos de descenso, tocaron tierra firme. Debían estar a varios kilómetros bajo tierra y como le habían advertido a Day, el lugar era muy frío, pero era un frío distinto, no palpable. Sentía como si el frío viniera de adentro de ella y no del exterior.

Estaban en una ciudad urbanizada, pero con un toque de desolación. No había autos ni ningún transporte, pero sí muchas almas en pena con forma de humanos, caminaban mirando hacia abajo arrastrando los pies.

Todos caminaban hacia todos lados y si chocaban entre ellos ni se daban cuenta. No había ruido, había un silencio que bien podría decirse que era infernal.

Day observaba todo con atención y sentía cómo su corazón estaba llenándose de una extraña tristeza, además de que cada minuto que pasaba sentía más frío.

Carl le tomó la mano al ver que ella no avanzaba y ella reaccionó alarmada, por un momento había olvidado que no estaba sola.

—Debemos caminar, Day —le dijo en un susurro—. Además, debes guardar tus alas y mirar hacia abajo, no queremos llamar la atención.

Day obedeció y comenzó a caminar soltando a Carl; Shirley iba al frente seguida de Matthias, al final iba ella y su amigo juntos, hombro con hombro. Parecía que Carl lo hiciera a propósito, como si quisiera mantener contacto con ella de alguna manera.

Avanzaron un par de calles cuando Day se paró en seco provocando que alguien chocara con ella a su espalda. Carl, que se había dado cuenta de eso, avanzó para avisarles a los otros dos compañeros puesto que no podía hablarles para que se detuvieran y no quería perderlos de vista. Day se había quedado con los ojos muy abiertos viendo al frente y sin moverse.

En su interior, Day estaba viviendo de nuevo el momento en que su antiguo profesor de química, el profesor Smith, la estaba atacando con golpes y además estaba abusando sexualmente de ella. Ya habían pasado dieciséis años, pero ella en ese momento lo estaba viviendo como si estuviera en el presente. No lo sentía físicamente, sino que su mente le estaba poniendo una trampa haciéndole pensar que lo estaba viviendo y ella estaba sufriendo tanto, que sentía como si su cabeza le estuviera sangrando.

—Day —dijo Carl en un susurro—. Nada de lo que ves es real.

Pero Day seguía sin moverse ni un centímetro, la gente o más bien, las almas perdidas seguían chocando con ella y ni ellas ni Day se inmutaban. Carl estaba a punto de gritarle para ver si así reaccionaba, incluso pensó que podría darle una cachetada, pero una mano le tocó el hombro.

—Déjame intentarlo —era Matthias.

Colocó sus manos sobre los brazos desnudos de Day y la miró de frente, ella tenía su mirada perdida, pero él como quiera se puso frente a ella como si buscara algo dentro de esa mirada.

—¿Day? —preguntó muy despacio mientras miraba dentro de sus ojos—. ¿Dónde estás? —Day seguía sin moverse—. Day, escúchame, estoy aquí contigo y no estás viviendo eso de nuevo. Estoy aquí, regresa.

Day parpadeó dos veces y volvió en sí.

Matthias sonrió y le indicó que siguiera caminando y ella así lo hizo, al principio estaba algo confundida por lo que le había sucedido, pero después lo comprendió todo y avanzó.

Shirley señaló disimuladamente a un edificio que estaba a un par de calles de distancia, eso quería decir que debían ir a buscar a Leonard ahí. Al entrar en él, unos gritos atroces les llenaron los oídos y Day y Carl se miraron llenos de pánico por unos segundos, ambos se estaban preguntando el porqué de esos gritos cuando Shirley los tocó al mismo tiempo y con la mirada les indicó que no se preocuparan. Se repartieron los pisos para la búsqueda y cada quién fue a buscar a Leonard en la parte que le tocaba.

El edificio estaba demasiado sucio y desordenado, como si hubiera ocurrido un desastre y todas las personas que estaban en ese momento ahí, hubieran salido corriendo tirando todo a su paso. Day estaba nerviosa y cada vez que pasaba por una puerta, sentía como si su corazón se detuviera al pensar que vería a su ángel ahí, pero eso no pasó. Regresó a la primera planta y se reunió con sus compañeros, de los cuales nadie había tenido suerte así que decidieron buscar en otro edificio.

Al salir, algo hizo que Day mirara hacia arriba y pudo ver cómo decenas de almas se aventaban desde los pisos superiores. Era algo horroroso, aunque hipnotizador también, las almas con formas humanas se suicidaban lanzando gritos ensordecedores, pero al llegar al suelo se levantaban de nuevo y en un gesto como de llanto se metían de nuevo al edificio. Ella pensó que en vida debieron haberse matado así y revivir ese momento debía ser el castigo que estaban cumpliendo. Se sacudió un poco y siguió caminando detrás de los demás ángeles que iban unos pasos adelante.

Visitaron un par de edificios más sin encontrar nada que les indicara el paradero de Leonard. Day estaba luchando para alejar los malos pensamientos de su cabeza, el rostro del profesor Smith se le seguía apareciendo y ella cada vez batallaba más para deshacerse de él.

—Son malos recuerdos, Day. —No dejaba de decirle Carl mientras le tocaba el hombro o el codo suavemente, eso hacía que la mente de ella se despejara.

—Lo sé, pero es que… No puedo con ellos.

—Sí puedes, solo…

Carl estaba hablando, Day lo sabía, pero de pronto dejó de escuchar su voz y en cambio escuchó una gran explosión. Supo que solo ella la había escuchado pues nadie había mostrado gesto de asustarse o de buscar de dónde provenía el sonido.

Miró a todos lados, pero no vio nada, el silencio se había apoderado de ella, sabía que estaba pasando algo extraño y se estaba preparando para luchar si era necesario, aunque no sabía hacia dónde debía mirar.

Frente a ella, de pronto, una energía poderosa lanzó hacia atrás a Carl y el sonido regresó. El ángel trataba de incorporarse, pero no podía y el otro par intentaba ayudarlo sin lograrlo. Entonces fue cuando un demonio apareció, salió del suelo, de la nada y se enfrentó a Carl.

—¿Has venido a buscarme, querido?

Vio la expresión de su amigo y supo que era algo personal, que así como ella se había enfrentado a su agresor, ahora Carl estaba haciendo lo mismo.

—¿Q-qué haces aquí? —le preguntó Carl al demonio.

—¿Que qué hago aquí? —contestó este con otra pregunta y enseguida empezó a carcajearse—. Esa pregunta es algo tonta, ¿apoco pensabas que estaría en el cielo sirviendo platos con fruta a los angelitos?

—¡Estás muerto! —chilló Carl y su instinto hizo que tratara de alejarse de ahí sin poder levantarse—. Estás bien muerto, esto es una alucinación. No puedes ser real.

Pero Day podía ver al ser y sabía que Shirley y Matthias también lo hacían. Eso no era una alucinación, era algo real y tenían que luchar contra él. Sacó su espada y se colocó en posición de ataque, los otros ángeles hicieron lo mismo y Carl se dio cuenta, pero no hacía nada.

—¿Crees que no soy real? —El demonio comenzó a reírse para después adoptar un tono serio—. Y si mato a uno de tus amiguitos, ¿me seguiré viendo como una alucinación?

—No puedes matarlos, no existes.

El demonio se acercó a Shirley y en un segundo le tomó el cuello apretándoselo fuertemente, Shirley, siendo guerrera, podía defenderse, pero todo fue tan rápido que no tuvo tiempo y ahora solo trataba de quitarse las manos del demonio de encima. Carl, confundido, pudo darse cuenta de algo: ese demonio era muy real y podía matar a su compañera. Se levantó de un salto y sacó su espada.

—¡Aléjate! —le ordenó, pero el ser no hizo caso y siguió apretando y apretando.

—Yo te ayudo, Carl —gritó Day y se acercó un poco.

—No, Day. Tú busca a Leonard, tienes qué encontrarlo.

—¿Dijeron Leonard? —El demonio soltó a la guerrera que tenía literalmente entre sus garras y se acercó a Carl dirigiéndose a Day—. ¿Tú eres Day?

Nadie dijo nada, pero el ser malvado pudo saber que sí había escuchado bien. Él sabía toda esa historia del ángel que cumplía su castigo y la historia de la mujer por la que el mismo Lucifer había declarado la guerra a Dios en el planeta.

—¡Ustedes no deberían estar aquí! Pero creo que… Creo que esto me va a beneficiar mucho. Llevar a esta lindura con mi jefe me va a beneficiar muchísimo —dijo el demonio para sí mismo—, la pueden encerrar. Quieres estar con tu amado, ¿cierto? ¿Estarías dispuesta a soportar la oscuridad y el frío solo para estar con él?

—¡Aléjate de ella! —le gritó Carl de nuevo.

—¿O qué? Si no me alejo, ¿qué me vas a hacer? ¿Vas a llamar a la policía como cuando eras un crío?

—Puedo matarte —espetó Carl—, ahora soy poderoso.

—¡Bravo! El pequeño Carl está jugando a las espadas. Tú también terminarás en el sótano de la torre alta y sufrirás… O ¿quieres que te mate como a tu mad…?

De pronto, el filo de una espada atravesó el cuerpo del grotesco ser. Shirley lo había matado fácilmente desde la parte de atrás y el demonio ahora miraba atónito la punta del arma. Con un par de movimientos, Shirley logró hacerlo polvo y guardó su espada.

—¡Vayamos a la torre alta! —ordenó.

—¡Mataste a mi padre! —dijo Carl incrédulo.

—Tú lo mataste primero —contestó ella y comenzó a caminar fuera del edificio.

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