La casa sugiere un auténtico destrozo, platos y vasos rotos por doquier, sartenes volcadas, un reguero de comida por todas partes. Y una mamá cansada sentada en el sucio suelo de la cocina, en medio de los escombros, con la cara enterrada entre las manos.
Andrés arroja su maltratada mochila de cualquier manera sobre un sillón y corre hacia ella.
– Mamá…, ¿no me digas que otra vez…?
-Como cada viernes.
– ¿Qué quería ahora?
– ¿Y qué va a querer? Lo de siempre.
– ¿Te lastimó? – la revisa a conciencia.
– No. No le di oportunidad. – Marina lo aparta con suavidad.
– ¿Cuánto se llevó esta vez, mamá?
– No demasiado, mi amor. Como para tirar un par de noches en el bar.
Andrés se sienta con cuidado entre la mugre y los escombros, y sus pensamientos vuelven a ser los de cada viernes. Darle una paliza a su padre y echarlo de una buena vez de sus vidas. ¡Ojalá fuera más grande e impusiera un poco de respeto!
– ¿Hasta cuándo, má?
Marina acaricia con ternura la cabeza de su hijo.
– Tiene que haber una salida.
– La hay. – suspira su madre.
A Andrés se le ilumina la mirada. Terminar con años y años de maltrato es su sueño más querido.
– Contame…
– Tu tía Amalia me encontró un trabajo
– Pero si vos ya tenés un trabajo.
– Muy lejos de aquí.
– ¿Nos vamos a mudar? Pero…, ¿qué va a pasar con el cole, con mis amigos, con…?
– No es tan fácil, Andy.
– ¿Y cómo es, entonces?
– El trabajo es en Argentina, como empleada doméstica de una familia rica
– ¿Argentina?
– Eso me permitiría ganar bien. Y si funciona poder alquilar una linda casita donde vivir vos y yo tranquilos. Lejos de tu papá.
– Pero má…
– Vos sabés que en este lugar nunca vamos a estar a salvo. Viernes sí y viernes también, tu papá llega borracho a pedirme plata y a destrozarnos la casa. O la cara. Según la respuesta que le de. Con este trabajo es como si la tierra nos tragara. Nunca más va a saber de nosotros ni va a volver a molestarnos.
– Visto así…
– Es una buena oportunidad, ¿no te parece?
– ¿Y cuándo nos vamos? ¿Al menos voy a poder terminar quinto curso con mis amigos?
– Vos sí. Yo tengo que irme a la brevedad.
– ¿Cómo? ¿Y qué pasa conmigo, mamá?
– De eso quería hablarte. Por el momento no puedo llevarte conmigo.
– ¿Me abandonás, mamá? ¿Por un estúpido trabajo? – el rostro de Andy se demuda.
– Es sólo por un tiempo.
– ¿Y a mí qué me importa? ¿Qué va a ser de mí, mientras tanto? ¿Vos te ponés a salvo y que me rebanen el pescuezo a mí?
– ¡Por supuesto que no! Si me escucharas…
– Te estoy escuchando. Sólo que no me gusta lo que oigo.
– Pues escuchame… No vas a quedarte solo. La idea es que termines sexto año con tus amigos y luego te reúnas conmigo allá.
– ¡No quiero quedarme solo todo un año y cruzarme todo el tiempo con ese señor gritón, mientras vos te das la gran vida en Argentina?!
– No vas a estar solo. Tu maestra se va de la ciudad, ¿no?
– Sí. ¿Y?
– Pues que voy a hablar con ella a ver si se puede hacer cargo de vos durante este próximo año. Ella es buena. Te va a cuidar bien.
– Pero…, ¡si en Patrulla solo hay pasto y vacas! ¿Qué voy a pintar yo ahí?
– Creo que sería divertido y una buena experiencia para vos.
– ¿Y vos creés que va a aceptar? ¿Que se puede hacer?
– Al menos, lo voy a intentar. Cualquier cosa antes de que sigas viviendo este infierno.
-¿Y si lo matamos, mami? ¿No sería mejor que dejar todo y salir corriendo?
– No. No sería mejor. Y me gustaría no volver a escuchar esas palabras de tu boca.
– Pero yo no quiero que te vayas.
– Si hay una posibilidad, tenemos que tomarla con nuestras dos manos. Si tu maestra no acepta lo que le pido y nadie puede cuidarte, yo no me voy a ningún lado.
– ¿En serio?
– Pero…, ¿cómo se te ocurre que mamá te va a abandonar? Si sos lo único que tengo. – le sujeta la cara y le da un beso en la nariz.
– Prometeme que termino sexto y me voy con vos.
Marina abraza fuerte a su hijo y lo llena de besos.
– Vas a ver. En un año te voy a estar recibiendo con muchos helados, jugo de naranja y galletas de chocolate en una hermosa casa blanca de tejas rojas, como en los cuentos que te leía cuando eras un bebé.
– Aunque sea en una casa de cartón. No importa con tal de estar a tu lado y en paz.
– Te lo prometo. A ver ese meñique
Promesa de meñique jamás se rompe.
Deja un comentario