Mientras Gabriel vive su propio infierno, Lía y Raúl viajan tranquilos dentro del contenedor, al sentirse a salvo, se han atrevido a quedarse dormidos. Es un viaje de varias horas, llegarán al amanecer a su destino y necesitan estar lucidos para defenderse de cualquier ataque inesperado. Sin embargo, el asesino de Michael, tras asegurarse de que Kemish recibiera la información, va tras sus pasos al enterarse del cambio de planes del Fantasma, nadie los traiciona y pronto recibirá la advertencia.
Para el alba, la amenaza se hace presente.
“Raúl, me copias” se escucha la voz angustiosa de Marta.
“Sí, te escucho” responde somnoliento Raúl.
“Sucedió lo temido” confiesa de inmediato.
«¿A qué te refieres con, LO TEMIDO?”, interroga Lía, abriendo los ojos, como si algo la hubiese sacudido de su profundo sueño y dejado muy alerta.
“¿Lía? No creí que…” manifiesta nerviosa Marta.
“¿Qué está sucediendo?”
Se pone de pie mirando a Raúl.
“Solo un ligero cambio, que ya está controlado. No tienes de que preocuparte, el equipo irá por ustedes y juntos iremos a nuestro destino planeado” Concluye.
“Te escuchas demasiado tranquila, ¿Qué es lo que me ocultan?»
Su mirada acusadora atraviesa los ojos de Raúl, que se mantiene inmóvil. Ella conoce esa mirada, así que antes de que le pregunte algo, le pide a Marta, darles un momento a solas.
—Debo confesarte algo —expresa, Raúl, en medio de la semioscuridad del contenedor—. La gente que asesinó al detective en el muelle nos está siguiendo en este momento.
—¿De qué estás hablando?
—Hace unas semanas recibí una llamada. No sé quiénes eran ni cómo me encontraron. Dijeron que enviarían a un hombre a un lugar de la ciudad con información importante, para El fantasma y su gente. No asistí, y me encontraron. No sé qué contienen esos documentos, pero lo único que sé, es que quieren que tu padre los descifre o algo por el estilo. Esto no debió salir así, alguien…
—¡Maldito traidor! Todo es culpa tuya—antes de que pudiese siquiera parpadear, ya Lía lo tiene contra la pared, con una navaja en su cuello— vendiste a mi padre ¿Qué te ofrecieron? ¡Dímelo!
—Tu padre hizo el trato, yo solo lo respaldé.
—¡Mientes!
—Tratamos de mantenerte fuera de esto, pero es imposible que acates una orden, insiste en venir y jodiste todo.
—Como te atreves a culparme— clava la cuchilla a un lado.
—No te estoy culpando, pero eres nuestra debilidad, ninguno de los dos quiere perderte. Tu padre solo quiere libertad para ti.
—¿y Con esto lo está consiguiendo?
Lía suelta a Raúl, pero su mirada sigue llena de rabia y desconfianza. La revelación de que su propio padre está involucrado en esta oscura trama solo aumenta la confusión y la sensación de traición. Se aleja y se deja caer en una esquina, donde se queda por un rato, hasta que Alejandro se comunica con ella.
“¡Lía! ¿Me copias?”
“Te escucho” responde.
“Ya estamos en posición. En unos minutos estarán llegando al puerto, quiero que te prepares, la fiesta se adelanta para ustedes”
“¿Cuántos son?”
“Más de los que puedes matar con tu arma.”
“Raúl está malherido. Por el momento es un inútil con arma”
“Trataremos de ganar terreno. Solo deben sobrevivir unos minutos.” Expresa, Alejandro.
“No temas en ser tan exacto conmigo. Si algo es lo que aprecio de ti es tu transparencia”
“Diez minutos, quizás más o menos. Lía, no voy a mentirte. Será difícil, hay un arsenal completo esperándolos.”
“¿Mi padre está a salvo?”
“Sí.”
“Has lo que tengas que hacer, y si hay que dejarnos atrás, hazlo. Cambio y fuera”
El final se acerca, con la pierna herida, Raúl no sirve para pelar cuerpo a cuerpo y aunque ella puede hacerlo, no podrá con todos. Es experta con las armas, pero no tiene muchas municiones. No quiere mostrarse cobarde, sin embargo, muere de miedo.
Empieza a mirra a su alrededor y solo ve cajas de madera, se dirige a ellas y trata de encontrar alguna arma o algún artefacto que puedan ayudar a su defensa.
—No te quedes ahí, pardo, busca algo con que compensar tu pierna— pide Lía de mala gana.
Pierden unos minutos rebuscando y no encuentran nada útil. De repente, Raúl encuentra una carpeta oculta en el fondo de una caja. La abre y descubre fotografías y nombres que les resultan familiares. Entre ellos, encuentran una fotografía del agente Michael tachada y atrás la frase “La traición se paga con sangre, siguen ustedes dos”
—Esto no puede ser coincidencia— manifiesta Lía, mirando a su alrededor —. Lo planearon todo.
Antes de que puedan profundizar en la revelación, escuchan voces y pasos cerca del contenedor. Los perseguidores han llegado.
—Si hemos de morir, lo haremos con la frente en alto, dándolo todo— dice Raúl, tomando su mano, sabiendo que cada segundo cuenta.
La puerta del contenedor se abre bruscamente y varios hombres armados irrumpen en el espacio reducido. Lía y Raúl inician la defensa disparando detrás de las cajas; sin embargo, las balas se agotan y al ser superados en número de veinte a uno, luchan con todas sus fuerzas, lanzando lo que tengan al alcance de las manos, determinados a defenderse con golpes, patadas y esquivas en un frenético enfrentamiento cuerpo a cuerpo, que no está resultando, pero no retroceden. Sin embargo, la fuerza y la astucia de sus perseguidores son abrumadoras. La lucha parece interminable, y la esperanza de salir con vida se desvanece lentamente.
Justo cuando la situación parece más desesperada, se escucha el sonido de disparos provenientes del exterior. Alejandro y su equipo han llegado. Los refuerzos cambian el rumbo de la batalla, desorientando a los perseguidores y brindando una oportunidad para que Lía y Raúl se reagrupen, están molidos a golpes, Raúl a duras penas puede ponerse de pie y cubrirse de los enemigos.
—¡Vamos, no hay tiempo que perder! —, grita Alejandro, abriéndoles camino entre los enemigos dentro del contenedor.
Por supuesto que les entrega un par de armas para que sigan el ritmo hacia los vehículos lejos del muelle.
— Tu padre ya está seguro en el aeropuerto. Mi gente y yo lo escoltaremos hasta el auto.
Desembarcan sin problemas y se dirigen al auto cuando son interceptados por seis pistoleros. Antes de que puedan decir una palabra, los hombres de Alejandro los asesinan, pero no son los únicos, se encuentran en medio de un tiroteo mientras corren por sus vidas.
—Sigan corriendo hasta el final, los tenemos cubiertos, no se preocupen, ¡Vamos! ¡Corran! ¡Corran! —alienta Alejandro.
En efecto, hay muchos enemigos, y aunque Alejandro hace grandes esfuerzos para seguirlos de cerca, no logra hacerlo. Cuando la pareja llega al punto final, un hombre de traje elegante y lentes oscuros aparece enfrente con un arma. Apenas si detienen los pasos, antes de que dispare, lastimosamente, Raúl se interpone en el camino de Lía y recibe los tiros en el pecho. Para cuando Alejandro le atraviese el cráneo con un disparo. Raúl cae pesadamente sobre los tablones del muelle.
«Lía, voy por ti. ¡No es seguro! ¡Muévete!», grita Alejandro, mientras ella se agacha para tomar a Raúl.
—Ojalá pudiera cambiar nuestras vidas—, balbucea Raúl con su último aliento, mientras lleva una mano a la mejilla de Lía —. Te amo con toda mi alma.
—Estarás bien, amor.
—Qué ironía— dice Raúl arrastrando las palabras y dejando una sonrisa antes de que su mano cayera junto a su cuerpo.
—Siempre te he amado— murmura Lía, dejando que gruesas lágrimas rueden por sus mejillas, aferrándose a su cuerpo inerte.
—Lía, debemos irnos—, Alejandro llega para tomarla por los hombros y levantarla, para alejarla del peligro.
—¡Déjame! No me iré sin Raúl — manotea.
—Debemos irnos o moriremos todos. Los refuerzos están llegando, van a matarnos.
—¡déjame y vete! — se resiste a dejarlo.
—No voy a dejarte aquí, no seas necia.
—No me iré sin él.
—Ya está muerto, ¡déjalo ir! — grita, Alejandro. Al oír, a través de su transmisor, el acercamiento de la policía local.
—No, me obligarás a ir contigo— insiste Lía.
— Lo siento, pero tengo que llevarte con tu padre.
Dicho esto Alejandro le propicia un fuerte golpe que la hace tambalear, eso basta para levantarla sobre su hombro y llevársela al auto. Cuando están dentro, el vehículo se pone en marcha.
Para lía, una página más en su vida se ha volteado, dejando atrás al hombre que ama, mientras ella se aleja a salvo.
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