Dentro del oscuro y angosto contenedor, Lía y Raúl se encuentran en silencio, intentando controlar la respiración agitada mientras escuchan los pasos de los agentes que peinan el área. La tensión es palpable y el tiempo parece estirarse en cada segundo.
Lía mira a Hans, cuyos ojos reflejaban el dolor y la determinación. A pesar de la herida en su pierna, su mirada transmite una fortaleza inquebrantable. Es un hombre que ha vivido peligrosamente y ha sobrevivido a innumerables situaciones de vida o muerte.
—¿Estás bien? —pregunta Lía en un susurro apenas audible, tratando de romper el silencio abrumador.
Raúl asiste con un ligero gesto de cabeza, sin soltar un solo quejido. Está acostumbrado a lidiar con el dolor y a mantener su mente enfocada en el objetivo. Sus experiencias pasadas lo han moldeado en un hombre capaz de resistir incluso las situaciones más adversas.
Mientras tanto, en el exterior del contenedor, los agentes del equipo de Gabriel Adams continúan su búsqueda frenética. Los pasos se acercan cada vez más, y Lía siente cómo el pulso en su garganta se intensificaba. No pueden permitirse ser descubiertos. Deben mantenerse ocultos hasta que la situación se calme y en aquella improvisación tengan una oportunidad de escapar.
Lía se mueve ligeramente, intentando encontrar una posición más cómoda mientras espera. El aire está cargado de anticipación y la incertidumbre amenaza con abrumarla. Las luces led reflejaban la angustia en su rostro, aunque en su interior se aferra a la esperanza de que saldrán de esa situación, ilesos.
Raúl la observa en silencio, maravillado por su valentía y determinación. Ha presenciado cómo ella arriesga su vida para proteger a su padre y cómo se ha enfrentado a la adversidad sin dudar. Admira su fuerza y sabe que estaban unidos por algo más que las circunstancias.
—Lía, escúchame —susurra, rompiendo el silencio nuevamente—. Quiero que sepas que estoy agradecido de tenerte a mi lado en esta situación. Eres valiente y no puedo evitar preocuparme por ti.
Lía lo miró, sus ojos reflejan una mezcla de gratitud y determinación.
—No hay nadie más con quien preferiría estar en este momento, Raúl. Juntos podemos superar cualquier obstáculo. Confío en ti y sé que juntos encontraremos una salida.
El sonido de las voces de los agentes se desvanece gradualmente, indicando que se están alejando del contenedor. El corazón de Lía late con fuerza, pero también siente una chispa de esperanza.
—Creo que es nuestro momento —susurra Raúl—. Debemos salir de aquí antes de que regresen.
Lía asiente, preparándose mentalmente para lo que vendrá a continuación. Ambos se ponen de pie con cuidado, evitando hacer ruido. Con movimientos sigilosos, se dirigen hacia la abertura del contenedor, con la determinación de alcanzar su objetivo.
—¡Valentina! ¿Por qué no se abre?
“Tenemos un ligero cambio de planes, Lía. Por órdenes de tu padre, ambos irán en ese transporte, créeme…”
—¡No, no, no, no! No me salgas con esta mierda. Odio los lugares cerrados, ¿quieres matarme?
“Escapa de mis manos. La verdad, no.” Deja salir una pequeña risa. “Están a salvo ahí dentro, ya hice las coordinaciones para que ese embarque llegue a su destino. La situación aquí fuera, está color de hormiga, el FBI y la CIA son una mierda. Cambio y fuera.”
—¡No, no! ¡Valentina! ¡Carajo— se exalta.
—Tranquila, no estás sola— menciona Raúl — Si Valentina, cree que este es el mejor lugar para escapar, debes hacerlo caso. Por algo no le llaman la serpiente, siempre tiene un as bajo, la manga es experta en escapar de situaciones peligrosas.
—Esto no está bien, Raúl. No debió pasar así. Nada de esto debió ser así. ¿Quién asesino a ese policía? ¿Cómo es que nos encontraron tan rápido? ¿Por qué hemos tenido tantos cambios de planes? Se supone que soy parte del equipo y están dejándome fuera.
—Siempre existe un plan B.
—Detesto tus planes ocultos — lo mira fijamente un segundo, como recordando algo—. Tú lo causaste todo, tú y esos brillantes planes de mierda. Te dije que este robo era estúpido, creíste en Benny y ese maldito cabrón, vendió a mi padre.
Lía se abalanza a Raúl para golpearlo, pero este la sujeta fuerte y por unos segundos trata de controlar su enojo.
Dentro del estrecho espacio del contenedor, envueltos en la oscuridad, el silencio y apenas unos rayos de luz, ambos se encuentran. En medio de la tensión y el peligro que los rodeaba, sus miradas se encuentran, y en ese instante, todos los miedos y barreras se desvanecen.
En ese ambiente impregnado de tensión emocional palpable. Lía y Raúl se encuentran frente a frente, sus ojos se buscaban en un torbellino de emociones. El mundo parece desvanecerse a su alrededor, dejándolos a solas en ese momento eterno. Sus labios se van acercando, dejando que sus sentimientos se expresaran en ese momento de intimidad. Lo suyo es un amor prohibido, complicado por las circunstancias y los secretos que los separan, pero ninguno de los dos puede negar la intensidad de lo que sienten.
Con suavidad, Raúl lleva una mano hacia el rostro de Lía, acariciando su mejilla con ternura.
Ella cerró los ojos, entregándose a la sensación de su tacto. Poco a poco, sus labios se acercaron, cada uno sintiendo la calidez del aliento del otro.
El primer roce fue suave y delicado, como una caricia de plumas. Fue un beso que hablaba de amor y pasión contenida, desatando una chispa que ardía en lo más profundo de sus almas. En ese instante, el tiempo se detuvo, y solo existían ellos dos, fundidos en un abrazo invisible.
El beso se intensificó gradualmente, volviéndose más profundo y apasionado. Lía se aferra a Raúl, sintiendo cómo su corazón late desbocado en su pecho. Sus labios se mueven en perfecta armonía, explorándose mutuamente, compartiendo sus anhelos y sueños en cada contacto.
Es un beso lleno de promesas y compromisos, un encuentro de almas destinadas a encontrarse. Sus manos se entrelazaron, sellando su unión en un gesto de entrega y confianza. En ese momento, el mundo exterior desaparece, y solo existe la conexión única que comparten.
Cuando finalmente se separaron, sus ojos se encontraron de nuevo, reflejando el amor que se ha tejido entre ellos. Un amor que desafía las convenciones y supera los obstáculos, un amor que trasciende el tiempo y el espacio. En ese beso romántico, encuentran la fuerza para enfrentar cualquier adversidad que se interponga en su camino. Un recordatorio de que juntos pueden superar cualquier desafío, y que su amor es más poderoso que cualquier obstáculo que pudieran enfrentar.
—No confundas las cosas, Raúl. Nosotros no tenemos futuro.
—Lo sé. Pero, te amo con toda mi alma. Sé que soy un criminal buscado por la justicia, sé que el estar en el equipo de tu padre, ha marcado mi destino, condenándome a nunca estar contigo. Sin embargo, nada de eso importa, porque nos amamos, sentimos lo mismo, somos una sola alma. Tus ojos no pueden mentirme.
—No sigas— esquiva la mirada, pero no puede escapar de ese torbellino de emociones.
La herida en la pierna de Raúl le recordaba su vulnerabilidad y la incertidumbre del futuro, pero no dejaba que eso apagase su determinación.
Lía percibe la intensidad en la mirada de Raúl, la pasión contenida y el deseo que se arremolina en su interior. Sus corazones latían al unísono, sabiendo que el tiempo es limitado y que cada instante compartido es un regalo precioso.
Con un gesto decidido, Raúl vuelve a tomar suavemente el rostro de Lía entre sus manos. No hacen falta las palabras, su amor es regalo que atesorar.
—Tengo miedo de perderte, eres muy importante en mi vida. No soportaría …— confiesa, Lía.
—No pienses en ello, vivamos el presente.
Sus labios se encuentran en un beso apasionado, lleno de urgencia y anhelo. Un contacto físico que traspasa las barreras del tiempo y del espacio, un abrazo desesperado de dos almas que se buscaban en la oscuridad.
Las manos de Raúl se deslizan por la espalda de Lía, aferrándola con fuerza, como si quisiera protegerla de cualquier peligro que se cerniera sobre ellos. A pesar de su herida, se esfuerza por sostenerla con firmeza, como si quisiera fundirse con ella, como si ese momento fuera el último que tuvieran juntos. Su deseo por sacarla de aquel lugar, de asegurarse de su seguridad, se entrelazaba con el deseo ardiente que los consumía, creando un fuego que ardía con intensidad.
Cada caricia, cada suspiro compartido, era un tributo a los años de felicidad que habían vivido juntos, un testimonio del amor que han cultivado en medio del caos y la incertidumbre. Aunque el final pareciera inminente, no hay arrepentimientos en su corazón, solo gratitud por haber encontrado a Lía y haber experimentado la plenitud del amor en sus brazos.
—Te amo, Lía.
En ese apasionado contacto físico, Raúl se entregó por completo, dispuesto a enfrentar cualquier destino que les aguarde. Su deseo de protegerla y hacerla feliz se entrelazaba con la pasión que los envuelve, creando un vínculo inquebrantable que trasciende la vida misma.
Si tiene que morir, lo hará sabiendo que ha amado intensamente, que ha conocido el amor verdadero y ha dejado una huella imborrable en el corazón de Lía.
Y mientras se entregan el uno al otro en ese contacto íntimo, se miran fijamente, teniendo la certeza de que su amor prevalecerá en la eternidad.
El tiempo parece detenerse, dejando que el fuego de su amor los consuma. En aquel momento, se sienten invencibles, capaces de superar cualquier obstáculo que se interponga en su camino.
“No me agradezcan el que haya apago sus intercomunicadores para el resto del equipo” menciona Marta, “La Araña” la hacker genial del equipo.
—¡Marta! ¿tu…? — se sorprende Lía.
“Juró que no oí nada de su ardiente y apasionado encuentro. Cambio y fuera”
—Hija de… —gruñe Lía.
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