Los días han transcurrido rápidamente y Leonardo no ha podido dormir bien, ya que ha estado planeando cada detalle de la mejor fiesta navideña para su familia. Él y su enfermera, Emily, se han encargado de decorar cada rincón de la mansión García. Y por primera vez en muchos años, pudo ver a su padre muy emocionado. Estas fiestas solían ser las mejores cuando vivía con sus abuelos, pero desde que se mudó con su padre, nunca más volvieron a ser iguales.
—No tienes idea de lo feliz que me siento siendo parte de esta magia navideña, señor —le dice Emily.
—Creí que nunca volvería a encender un árbol de Navidad. Desde que estoy en Barcelona, esta fecha fue excluida del calendario. Había olvidado lo que se siente en días como estos.
—Eso es muy triste de oír, señor.
—Aunque supongo que siempre existe la posibilidad de un nuevo comienzo, para que la mansión García celebre la Navidad.
—Así es, señor —sonríe Emily—. Y para celebrar por partida doble, su operación ha sido un rotundo éxito, una razón más para que su padre se esmere en ofrecer la mejor celebración de la historia, que ya de por sí es la mejor que he visto en toda mi vida.
—Tienes razón, a veces pienso que exagera en todo.
—Fíjese que gastar dinero en decoradores, cuando yo podría haberlo hecho gratis —se cruza de brazos Emily—, me encanta decorar.
—Eso se nota mucho, hemos terminado de darle ese toque especial a la decoración que la hace sentir más acogedora. ¿No te parece?
—¡Ay!, sí, señor, se ve muy bonita. Estoy segura de que a la niña Fernanda le encantará.
—No te olvides de poner los regalos.
—No se preocupe, señor, los bajaré todos en un momento. Estoy tan emocionada. Creo que hasta lloré mientras los envolvía.
Pero casi a las dos de la tarde, Fernanda le llama muy triste para informar que debido a un desperfecto en el avión, el vuelo se ha cancelado y llegarán el veinticinco por la tarde. Su corazón se parte a la mitad, pero al hablar con Dani, tiene que mostrar su mejor sonrisa, aunque también se ve muy triste, lo disimula muy bien.
—Todo estará bien, lo más importante es su seguridad —le dice a su amada.
—Quería darte ese enorme abrazo de «nochebuena».
—Guárdalo para mañana, que lo recibiré con mucho amor.
—¡Ay!…
—¿Qué sucede?
—Es que te extraño tanto… ya quiero estar ahí.
—Unas horas más de espera no destrozarán mi corazón, lo prometo.
Luego, Fernanda aparece en la pantalla.
—No hay problema, princesa, solo será un día más. —Trata de sonar tranquilo, aunque por dentro su corazón empieza a romperse. Ahora los minutos se han triplicado y la ansiedad por ver a Dani ha crecido, causándole una profunda tristeza.
—No quiero que te pongas triste, pude enviarte un regalo. Ya sabes, mujer precavida, vale por dos —sonríe—. En unas horas quizás te esté llegando. Estoy segura de que te encantará.
—Sin duda alguna, mi reina.
A pesar de este contratiempo, Amador no detuvo sus planes y preparó un gran banquete. Unas horas después, justo a la hora de la cena, todos en la mansión se vistieron de gala para esperar la llegada del mejor regalo del mundo.
—Los planes no van a cambiar, celebraremos a lo grande, llenos de dicha, porque este será el inicio de una nueva vida para todos. Sin más mentiras, sin miedo a crecer, sin perder la esperanza en el amor —dice su padre, haciendo un pequeño brindis antes de la cena.
Con ojos llenos de luz, Leonardo contemplaba ese ambiente tan cálido que había logrado crear.
—Nunca pensé que llegaría el día de verte tan feliz —le dice a su padre—. Creí que Amador García no tenía sentimientos.
—Solo tenía miedo de ser yo mismo, hijo. Pero eso se terminó, a partir de ahora verás una nueva versión de mí.
—Ya me estás sorprendiendo.
Eran casi las nueve cuando el timbre de la puerta comenzó a sonar insistentemente.
—Bueno, creo que llegó lo que estábamos esperando —dijo Amador con una sonrisa. Se levantó de su silla junto a la chimenea y empujó la silla de ruedas para acercarse a la puerta.
—Esto sí que me sorprende —le dijo Leonardo—. Los gestos cordiales no van contigo.
—Te dije que ya no soy el mismo.
—Y te veo más emocionado que yo. ¿Acaso estás ocultando algo?
—Es que me encantan los regalos sorpresa.
Amador se detuvo en la puerta y, antes de abrirla, miró a su hijo para acomodarle la corbata.
—No creo que necesites estar tan elegante para el mensajero.
—Los García siempre estamos bien vestidos, especialmente en fechas como esta.
Finalmente, Amador abrió la puerta y… «¡Sorpresa!», gritaron Fernanda, Daniela, sus padres y el propio Amador. Leonardo se quedó inmóvil, con el corazón acelerado latiendo rápidamente. No estaba soñando, ellas estaban allí, frente a él, sonriéndole. Desde la puerta, la risa de Amador dejaba claro que era cómplice de esta hermosa sorpresa.
—¡Sorpresa! Feliz Navidad, papi —dijo Fernanda acercándose con los brazos abiertos para abrazarlo. Su corazón se estremeció y dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas sin cesar, finalmente podía sentir el cálido abrazo de su adorada hija.
—¡Dios mío! Están aquí —sin poder creerlo, cerró los ojos mientras estrechaba a su pequeña—. Es la mejor sorpresa que pude haber tenido —expresó sollozando—. Soy tan feliz.
—Yo también, papi —le dijo Fernanda aferrándose a sus brazos—. No quisiera separarme de tu calor, nunca más.
El perfume inconfundible de Dani lo envolvió, sus brazos se unieron al abrazo del fruto de su gran amor. Amador y Emilia los observaban emocionados desde la puerta.
—He esperado tanto tiempo este día —dijo Fernanda con la voz quebrada, estremeciendo aún más a Leonardo. Dejó que las lágrimas corrieran y soltó un pequeño suspiro—. Ahora estaremos juntos para siempre, ¿verdad?
—Para toda la vida, mi pequeña —dijo Leonardo abriendo los ojos para mirarlas y convencerse de que no estaba soñando con ese encuentro.
Sin poder pronunciar más palabras, simplemente se abrazaron y lloraron durante unos segundos más, sintiendo la mayor dicha brotar en sus corazones. Mientras tanto, los señores Errivares saludaron a Amador, que los esperaba en la entrada con los brazos abiertos para darles la bienvenida. Unos momentos después, Fernanda se apartó de ese cálido abrazo para buscar a su abuelo paterno y dejar a sus padres a solas antes de entrar.
—Me parece un sueño tenerte de nuevo junto a mí, es una verdadera bendición volver a ver tus ojos, sentir tu calor, escuchar tu risa. Dime que no estoy soñando —dijo con la voz quebrada.
—No lo estás, amor —respondió ella, acercando sus labios a los suyos, que tanto había anhelado volver a probar.
—Creí que nunca más sentiría que mi corazón latía descontrolado al escuchar esa palabra —susurró mientras saboreaba sus labios y dejaba que las lágrimas fluyeran.
La estrechó entre sus brazos una vez más, y al sentir su calor, fue como transportarse de nuevo a aquellos momentos de juventud que nunca se habían borrado de su corazón.
—Me hiciste mucha falta todos estos años, Leny.
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