Nayla
Las paredes han sido pintadas con una tonalidad ámbar al estilo antiguo. La semana pasada un color grisáceo se hallaba cubriéndolas, lo cual hacía que se sintiese oscuro y desmotivante. Por lo que felicito a mi padre por haber decidido cambiar a uno más claro y motivador.
La mayoría de los trabajadores están en sus oficinas y los restantes deambulan en busca de algo productivo que hacer. Yo me dedico a saludar a los conocidos mientras soy llevada por papá a su despacho, el cual está tres veces más grande y muy acomodado.
Admiro cada sitio, desde su sillón hasta la pequeña librería situada a un paso de la ventana cristalizada que ilumina el local. Sobre el escritorio se encuentra una planilla con el nombre de la constructora en un extremo, mientras que el título «Myers Company» está en el centro, cuñado y firmado por su directivo.
Deletreo mentalmente el nombre o seudónimo de la Compañía y me resulta peculiar. Como si hubiese escuchado de ella antes.
—El señor Myers quiere ampliar la constructora, haremos una colaboración en la cual obtendremos el 45% de los beneficios, inicialmente claro.
—Papá, no se mucho de estadísticas o temas de empresas, supongo que lo que me dices es bueno ¿no?
—Para ser un comienzo, por supuesto que sí.
—¿Y la compañía es confiable?
—Lo es Nay, eramos una pequeña empresa con muchas carencias, pero nunca nos ha faltado la inteligencia para los negocios.
—De acuerdo, solo espero que sepas manejarlo todo.
—¡Claro que sí! Y tú no deberías preocuparte por eso mi niña.
—Es que se han visto muchos casos de estafa, tienes que tener cuidado.
—No ocurrirá nada de eso, el señor Myers fue un trabajador honesto durante todo el trayecto de sus negocios. No hace ni un año que su pequeña empresa industrial comenzó a dar frutos y mira ahora, ha alcanzado un éxito impresionante. Estoy más que agradecido por haber escogido a mi constructora para su proyecto.
—Siendo así me quedo más tranquila.
Su teléfono comienza a sonar y aprovecho su distracción para contestar los mensajes de Ethan. Desde que salí de casa me ha estado atacando a mensajes para convencerme de ir mañana al bar de su tío, según él, una banda local tocará. Me encantaría acompañarlo, pero hoy regreso a casa en el primer tren que parte hacia mi pueblo. Mi padre ha insistido para que me quede, por alguna extraña razón se la pasa lanzándome indirectas para que salga con Ethan.
Leo nuevamente las súplicas en los mensajes de texto y luego de pensármelo por decimoquinta vez decido aceptar. Llamo a mi madre y le hago saber de mis planes, a lo que asiente de buenas maneras.
—¿Quieres que almorcemos juntos? —me pregunta papá cuando finaliza la llamada.
—Le dije a Brenda que iría temprano para hacerle compañía ya que a partir de ahora trabajas hasta tarde.
—Por ella no te preocupes, le compramos algo para llevar y luego se lo entregas, solo serán unos minutos.
—De acuerdo. Emm, papá, me quedaré, ya le dije a mamá que no iré hoy.
—Eso es genial. Y de paso me ayudas con algo. Mañana cumplimos aniversario Brenda y yo.
—¿Van a celebrar?
—¡Por supuesto! Le he comprado un vestido precioso y pretendo llevarla a cenar a algún sitio especial.
—¿La quieres mucho verdad papá? —La pregunta me sale sola, mas no parece incomodarle.
—La amo Nay…
Sonrío feliz por su respuesta, el saber que se siente bien con ella me llena de alegría. Pero por un momento quisiera que fuese mi madre quien estuviese en su lugar.
—Mi niña, a tu madre la adoré, el hecho de que me halla enamorado de nuevo no quiere decir que tu madre no sea el amor de mi vida, fue muy importante para mí, pero nuestro destino no era el mismo —me aclara como si hubiese leído mis pensamientos.
—Lo sé, y estoy muy feliz por ustedes, de verdad. Y bueno… mamá está recomenzando su vida, pensé que no lo haría nunca.
—¿Está saliendo con alguien?
—Sí. Por lo que me ha contado es un buen hombre.
—¿No lo conoces?
—Aún no. Esta semana iremos a una cena y podré conocerlo.
—Me alegra muchísimo —dice sonando sincero y asiento con la cabeza.
—A mí también.
—Permiso, disculpe señor, ha llegado la solicitante para el puesto de secretaria —habla una señora mientras asoma su rostro por la puerta.
—Gracias Lina, dígale que en unos minutos la Atiendo —ordena. La señora asiente y se retira.
—Yo ya me tengo que ir. Almorzamos otro día, no pospongas tus citas de trabajo por mí.
—Solo será un momento, quédate.
—Otro día papá.
—Bueno…
Nos despedimos y salgo de su despacho rumbo a casa.
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Creo que no sería conveniente usar estos zapatos deportivos para ir a un bar, después de todo esto podría considerarse una cita, y según tengo entendido, a las citas se va elegante ¿no? Pero… es un sitio simple «¿por qué usar algo distintivo para asistir a un lugar como ese?». Reflecciono y pienso que quizá esté exagerando.
Unos jeans, un top y una chaqueta combinadas con un par de sandalias sencillas estaría bien. No suelo demorar al cambiarme de atuendo, pero dado que saldré con un chico lo mejor es tomarme mi tiempo y presentarme lo mejor posible. Aunque a los ojos de Ethan no hay nada que me quede mal, y eso es algo que me encanta de su personalidad, esa forma de maravillar con sus halagos.
Me gusta llevar mi cabello suelto, por lo que lo peino un poco y me dispongo a declararme totalmente lista.
Bajando las escaleras recibo una notificación, enciendo la pantalla de mi celular y un mensaje de Gael me sorprende. He estado tan inmersa en los progresos de mi padre y la salida con Ethan que me ha resultado difícil recordar a quien hace un par de semanas no salía de mi mente.
Gael:
Te llamaré a las 9pm.
Desvío la mirada hacia un punto inespecífico y pienso: «¿Revelará algo de mi pasado? ¿Me mostrará más fotos?». Me preocupo en milésimas de segundos en los que deseo que la hora llegue.
«¡La cita!». Recuerdo al instante que, por mucho que quisiera hablar con Gael, hay una razón en medio que no pienso dejar a un lado. Ethan pasará por mi a las ocho treinta, definitivamente no será posible hacer ambas cosas al mismo tiempo.
Aún faltan unos quince minutos para la salida y aprovecho para hablar con mi padre. Mañana regreso a casa y estos días han sido bastante comprometedores para él y raros para mí. El tiempo se ha hecho corto y no he cumplido mi acometido de cada semana: pasar tiempo con mi padre.
—¿Qué haces? ¿más trabajo? —le pregunto a quien ojea un enorme archivo empapelado.
—Reviso las normas del contrato y las ganancias de los empleados, no pienso permitir que su salario sea bajo.
—Eso está muy bien… en unos minutos me iré…
—¡Dios estás hermosa! —exclama al mirarme. Sus ojos brillan y una radiante sonrisa adorna su rostro.
—Gracias… —digo y hago una pausa—, creo que debemos hablar de algo.
Reúne los papeles en una pila y se quita los espejuelos. Cruza sus manos sobre la mesa, me indica que tome asiento y se dispone a escucharme.
—A delante, ¿de qué se trata?
—Mmmm, bueno. Primero me escuchas, luego respondes. ¡Sin objeciones! —exijo.
—No te puedo asegurar eso Nay, dime.
—Bueno… cuando pequeña, o en mi adolescencia, ¿tuve algún amigo o conocido llamado Gael? —pregunto y frunce el ceño. Niega con su cabeza lentamente y contesta: —Creo que no.
—Intenta recordar papá.
—Eso hago, pero estoy seguro de que no. Al menos nunca lo mencionaste. O quizás sí, pero no recuerdo. ¡Fue hace mucho Nayla! ¿a qué viene eso ahora? —se sobresalta confundido.
—Es que… olvídalo —culmino y me pongo de pie.
—¡Espera! Cre… creo que… ¿Gael dices?
—Sí.
—Me resulta mencionado el nombre, pero recientemente, no es algo que escuché hace tanto tiempo. No sé…
—Concéntrate por favor —suplico frente a él mientras acaricio su cabello.
—¡Oh, no! Ya, ya recordé. Pero no es a quien buscas seguramente. Gael, así se llama el hijo de uno de mis trabajadores. O eso creo.
—¡¿Cómo que eso crees?!
—Sé que conozco a alguien con un hijo llamado así Nay pero no recuerdo. ¡Estoy muy liado con la constructora!
—Sí… disculpa. Es cierto —comento en un susurro y el timbre de la puerta me hace voltearme.
—Es Et. Diviértanse —me dice con una sonrisa y cuando estoy al punto de responder interviene—. ¿Qué hay del chico de la banca?
—Eh… bueno han… pasado muchas cosas —tartamudeo al hablar y él nota que definitivamente le oculto algo.
—Luego hablamos. Ve y disfruta tu último día de la semana aquí —me motiva y lo abrazo agradecida por su comprensión.
Camino a la puerta mi rostro se endurece, mis ojos se cierran y un fugaz recuerdo corre por mi mente. Siento mis manos temblar al agarrar la manija, la abro y al encontrarme con la figura de Et quedo aún más paralizada.
—¿¡Qué haces aquí!? —grito.
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