Nayla
Me paso las manos empapadas por mi rostro y levanto la vista al espejo que se encuentra frente a mí. Observo mis ojos y noto que el maquillaje se ha corrido hasta mis mejillas —vaya manera de dormir—. Abro la pequeña puerta que se encuentra sobre el espejo y saco una píldora para aliviar el terrible dolor de cabeza con el que me he levantado. Me quito la ropa, abro la cortina y entro a por una ducha. Modero el agua en estado caliente y suelto mi cabello para refrescarme completamente.
Podría pensar que Gael pudiese estar jugándome una mala broma. Pero en gran parte de la noche me he dedicado a indagar en lo ocurrido desde el día en que uno de sus aviones de papel impactó contra mi frente.
Puede que todo halla sido premeditado, o tal vez esto es cosa del destino, no lo sé, pero me interesan los motivos.
Aumento la presión del agua y suspiro como si el aire me faltara. Abro mis ojos, los fijo en la pared pensativa y los vuelvo a cerrar en busca de una paz lejana. El agua me refresca el cuerpo, mas mi alma sigue igual de seca, me sigue faltando ese no sé qué de vitalidad que hace tiempo busco.
Ya duchada, salgo rumbo a mi habitación, donde he dejado preparados unos vaqueros azules, una camiseta blanca y una chaqueta negra. Me visto y me calzo con unos tenis corte bajo. Peino mi cabello aún mojado y lo dejo suelto, ya se secará durante el camino. Miro mi reloj y al confirmar que tengo tiempo, bajo las escaleras sin prisa camino a la cocina.
—Buen día, ¿madrugando hoy? —me saluda mi madre mientras coloca unas tostadas sobre la mesa.
—Iré a la cafetería de Flor con Camila, hace décadas que no hablamos —contesto tomando asiento. Enciendo mi teléfono y le escribo un mensaje a mi amiga:
Cam, te espero en 25 minutos. Y tráete una laptop, la mía se descompuso.
—Camila tiene otras prioridades ahora, pero me alegro de que no hallan perdido la amistad.
—De hecho nos hemos distanciado un poco, su nuevo novio suele ser un poco… Ya podrás imaginar, controlador —aclaro sin apartar la vista de mi celular, esperando por una respuesta que llega al instante:
Cami:
Vale Nay, allí estaré.
—¿Mantequilla o jalea?
—¿Jalea de qué?
—Arándanos.
—Entonces sí, jalea.
Preparo mis tostadas y las acompaño con una taza de café. Tenemos chocolate pero prefiero el que prepara Pamela, la cocinera de flor. Así que desayuno en pequeñas cantidades para disfrutar más tarde del servicio de la cafetería.
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—Finalmente podemos hablar, déjame adivinar, ¿fue a ver a sus padres o lo secuestraron? ¡dime que fue lo último! —bromeo sacándole una mueca a Camila.
—Ah, muy graciosa. Y sí, fue a ver a sus padres, así que aquí me tienes —dice y agarra una de mis manos sobre la mesa.
—Ay nena, aún no entiendo como es que… —comento y al ver su expresión un tanto molesta decido no continuar—, en fin, no debería opinar.
—No, no… Sé que tienes razón Nay, pero… No lo entenderías. —Baja la cabeza y muerde su labio inferior.
—No puedo entender algo que no me explicas —le digo ladeando mi cabeza—, estoy aquí ¿vale? Y sabes que cualquier cosa Cam, lo que sea… —recalco con seguridad—, puedes consultármelo, te ayudo sin pensarlo dos veces ¿vale?
—Que sí Nay, lo sé de sobra. Me lo dices cada que hablamos.
—Sí pero parece que no me tomas
en serio.
—Ok ok, basta de hablar de mí. Cuenta, ¿qué es lo tan importante que tienes que decirme? —se apresura en preguntar.
—Buen día lindas —saluda Alex mientras observa a Camila con su libreta de pedidos en una mano y un bolígrafo en la otra.
—Buen día, ¿qué tal? —contesta Cam haciendo lo mismo.
—Emm, yo estoy aquí también —musito por lo bajo sonriendo. Mi amiga desvía la mirada apenada y Alex… Pues supongo que debe estar sonriendo. No lo sé, la mascarilla solo permite ver sus ojos y parte de su nariz.
—Aquí, ya saben, ayudando un poco. ¿Qué van a pedir?
—A mí ni me preguntes, ya sabes lo que siempre pido —suelto y miro a Cam.
—Para mí un capuchino y… Pues, ¿me sugieres algo? —le pregunta a Alex.
Este se inclina y comienza a mostrarle algunos de los bocadillos más solicitados. Yo, mientras tanto, observo la conexión tan explosiva que destilan ambos. Se gustan, quizá halla algo más, pero por alguna razón Camila no termina con la tóxica relación que mantiene con Abraham.
—Pues unas tortitas de queso serán. —Alex lo anota en su libreta y después de guiñarle un ojo a mi amiga se retira.
—Te gusta.
—¿Eh? —Se hace la desentendida.
—¿Eh? Puedes engañar a tu novio, pero no a mí.
—¡No! ¿Pero qué dices? —exclama incrédula, yo le arqueo una ceja y dice: —Sí vale, si me gusta.
—Lo sé… Entonces, ¿por qué sigues con señor tóxico y rechazas a quien de verdad tiene a mil tu corazón?
—Nay… Ya te dije, no lo entenderías. ¡Y no vinimos a esto! ¿me vas a contar o no?
—De acuerdo, lo dejaré pasar… Por hoy. Bien, presta atención…
Paso unos diez minutos contándole a Camila todo los últimos acontecimientos y después de que regresa Alex con nuestros desayunos retomo la conversación. Cam analiza cuidadosamente mis palabras y no es hasta que termino por completo que hace alguna pregunta. Sabe que no me gusta que me interrumpan cuando hablo y eso es algo que me permite desarrollar mi argumento con calma. Sus ojos se abren de vez en cuando en sorpresa, suelta una que otra expresión de: ¡Ay Dios! o ¡No-me-jodas! ; y cubre su rostro con su mano al escuchar la parte de mi recuerdo al ver a Ethan.
—Ay nena, tu vida parece un caso de Mentes criminales, ¿estás bien?, digo, ¿cómo puedes dormir con tanta mierda a tu alrededor? —cuestiona y le da un feroz bocado a una de sus tortas.
—De saber que perderías tus modales si te contaba mejor me hubiese tragado mis problemas —comento con una mueca—, has manchado de queso tu mascarilla, dime que traes otra en tu bolso.
—Estoy ansiosa. Oye que lo que me has dicho no es cualquier cosa amiga, y sí, me he traído un paquete de mascarillas, nunca se sabe.
—Bien —digo y tomo un sorbo de mi chocolate—, entonces, ¿me vas a ayudar?
—Bueno al menos hoy estoy disponible —habla con la boca llena.
—Perfecto. Mañana regreso al pueblo de mi padre, veré a Gael en la terminal, pero quiero saber ciertos detalles antes.
—Entendido jefa, ¿cuándo empezamos?
—Desde ya. ¿Has traído la laptop?
—¡Yes! —Urga en su enorme bolso y la coloca sobre la mesa.
—Muy bien Gael el misterioso, aquí voy.
—Ya pareces detective con ese tono de voz —se burla y ruedo mis ojos.
Enciendo el aparato y entro a facebook. La ventaja de conocer su nombre y a su padre me facilita encontrarle rápido. Así que al teclear Gael Myers aparece su perfil. Me llama la atención encontrar una inicial en su segundo nombre «Gael. D Myers Crown». Reviso cada detalle, lo más mínimo. Y, mientras tanto, Camila toma nota de lo que me resulta importante.
—¡Ya te digo Cam! Es demasiada coincidencia…
—A ver a ver, relájate. Hay cosas que sí pueden estar planeadas pero otras tal vez no, creeme que es prácticamente imposible que sus manos estén en esto también.
—¡¿Lo dudas?! ¡Porque yo no! Increíble es que conserve una foto de mi infancia; increíble es que de un momento a otro seamos hermanastros; increíble es que estuviese presente en lo ocurrido hace cinco años; ¡Increíble es que no le recuerde! —exclamo eufórica llamando la atención de las pocas personas que me rodean.
—Shhh. Cálmate querida. Así no se solucionan las cosas —me susurra con tranquilidad.
—Es verdad… Mejor sigamos buscando.
La búsqueda continuó en un transcurso de una hora y media aproximadamente, tiempo suficiente para sacar más información de la que creí que encontraría.
Lo más emocionante de todo fue unir las piezas de cada descubrimiento. Y, como resultado, armé un laberinto que condujo a un mismo sitio, —o persona en todo caso—; y esa, soy Yo.
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