Recuerdos de Otoño – Capítulo 10

~ Cinco años atrás ~


Ethan
    Las cuerdas aún necesitan algunos ajustes, desafinar un día  tan importante como hoy no es lo que pretendo; por lo que una vez más pruebo cada nota y luego canto la canción mientras me miro al espejo. Sobre la cama se encuentra su regalo, me pregunto si es lo suficientemente bueno para ella, se me hace difícil encontrar algo a su altura, pues pese a su sencillez no hay cosa alguna en el mundo más valioso q ella misma.

    Mi corazón palpita fuertemente, casi puedo verlo sobresalir de mi pecho… «Son los nervios Et», me digo, buscando la manera de poder tranquilizarme.

    Me acerco a mi ventana y miro a través del cristal, la mañana se muestra tan tranquila que resulta algo rara; y la calor es uff, asfixiante. Enfoco la mirada en la casa de enfrente y observo a quienes recién llegan, los analizo unos segundos y logro identificarlos, son las tías y primas de Nay. Regreso la vista a mi cama y con toda seguridad suspiro más relajado y decido agarrar mi guitarra junto con el regalo para entregárselos.

    —¿Ya te vas? —me pregunta mi hermano al encontrarse conmigo mientras bajo las escaleras de mi habitación.

    —Sí, ¿no irás? —asiento y le cuestiono al verlo aún sin arreglarse.

    —Más tarde, estoy preparando su regalo —contesta por lo bajo.

    —De acuerdo… ¿Estás bien? —Observo sus ojos y noto nuevamente la sombra que los rodea. Imagino que ha vuelto a lo mismo y suelto un bufido—. ¡¿Erick?!

    —¡¿Qué?! —Se sobresalta.

    Repaso su rostro con ágil rapidez y lo que encuentro es para mí bastante perturbador. Esa mirada, esa sonrisa sin vida, esa actitud que casi parece macabra… Todo en él me recuerda a su estado de hace un año. Y eso… Eso está mal.

    —¿Enserio volviste a esa mierda?

    —No es tu problema, apártate y ve a lo tuyo. Luego voy a ver a Nay.

    —Erick… Quiero que sigas siendo tú, mi hermano… No el monstruo de hace un año atrás, por favor —le suplico. Aunque en el fondo sé que es inútil, porque una vez que se pierde a sí mismo no hay fuerza capaz de regresarlo.

    —Yo… Estoy bien —musita con una triste sonrisa y se acerca a mí. Sus brazos me acogen y se siente bien, así como cada vez que lo hace.

    —Prométeme que irás a la fiesta de Nay.

    —Lo prometo.

     ~ Actualidad ~


Ethan
    Su mirada es oscura y se queda atónita al verme. Yo solo puedo confundirme mientras sus ojos se cristalizan y su respiración se vuelve más pronunciada. No la veo a ella, a la Nay sana, a esa que creció espiritualmente con los años… Ahora muestra un rastro de infancia que creí no volver a ver nunca más.

    La veo asustada, con lágrimas insaciables de dolor deslizándose por su angelical rostro. Veo a la pequeña de ojos azules petrificada frente a una escena que desgarró su ser aquella tarde de Otoño, la veo deteriorarse, fundirse en un suceso que no merecía…

    Entonces recuerdo, me veo siendo la causa de su llanto. Comparo lo ocurrido hace cinco años con su imagen de ahora y siento temor, porque ha retrocedido en el tiempo, regresó al día en que nuestros mundos dejaron de ser uno solo como habíamos prometido a los doce años sobre Amelia; ese lazo simplemente se rompió, y junto con ello, se llevó una parte de su alma.

    —¿Nay? —Mis palabras salen temerosas.

    —¿Tú?  E… eras tú —musita lentamente.

    Es inexplicable la manera en la que sus ojos recorren los míos, como si en ellos buscara paz para los mil torbellinos que azotan a su mente.

    —Yo… No, no estás bien, creo que debemos hablar —inquiero mientras mis manos se aseguran de aproximarse a sus hombros.

  Retrocede un paso y niega con su cabeza.

    —¡Papá! —grita y un nudo se forma en mi garganta.

    —¡Nay ey, escúchame, tienes que tranquilizarte! —le suplico, pero no hace caso a mis palabras.

    —¡Papá! —escandaliza nuevamente y llevo mis manos a mi cabeza desesperado.

    —¡¿Nay qué pasa!? —contesta Pat aproximándose a nosotros. La confusión en él es evidente y me ruborizo al no poder con la situación.

    —¡¿Por qué está aquí?! ¡Y sus manos! ¡¿Por qué sangraban?!

    —¿Qué? Pero… ¿De qué hablas mi niña? —espeta su padre preocupado. Se dirige hacia mí, expectante, y niego con mi cabeza sin una respuesta que justifique lo que ocurre.

    —Necesito tu auto —suelta ella de pronto y Pat se niega rotundamente.

    —Debes entrar y calmarte ¡no irás a ninguna parte! Et, vete por favor.

    —Es que… Yo, yo quiero quedarme.

    —No me hagas repetirlo, haslo Ethan.

    —Pero…

    —¡Qué te vayas! Et, mañana hablo contigo, márchate ahora.

    Y mientras discuto con Pat, Nay continúa desubicada, paralizada y con ansias de irse de aquí.

    —Papá, por favor, tu auto.

    —Iré contigo entonces —agrega más relajado y la acoge entre su brazos. Me indica con un gesto que me aleje y sin opción cumplo su pedido.

━━━━━━━༺༻━━━━━━━


Nayla
    Los árboles pasan velozmente frente a mis ojos, y yo, sentada a la derecha de mi padre, solo puedo pensar en mil cosas a la vez. Recuesto mi cabeza al borde que rodea la ventanilla del auto y cierro mis ojos un instante, en el que puedo poner un poco de orden a mi conciencia.

    Hace unas tres semanas todo era normal, o al menos lo aparentaba.

   Como cada martes despertaba temprano en busca de la mirada de un chico que resultó ser lo contrario a lo que esperaba; hace tres simples semanas solía visitar a mi padre, lo normal, lo rutinario; hace tres semanas Ethan había sido solo mi amigo de la infancia, al que veía cada verano sin falta… Pero ahora, ahora caigo en cuenta de que lo que he vivido desde hace cinco años hasta la actualidad representa una corteza de la realidad de mi vida.

    Siento como si no hubiese bailado sobre las numerosas notas que amoldaron mis pasos por los años que hoy me otorgan la edad que tengo. Me encuentro deambulando en mi propia burbuja. Me ahogo. Me pierdo.

    Al sentir el auto detenerse me alivio. Abro la puerta y le dejo claro a mi padre que necesito estar sola. Él se limita a asentir sin siquiera pronunciar palabra alguna, lo cual agradezco. Miro a mi alrededor y la oscuridad de la noche amenaza con regalarme paz, así que, en agradecimiento, le regalo una sonrisa llena de coraje. Caminando despacio y suspirando cada que transcurre un minuto, me acerco a un enorme y frondoso árbol. Sus raíces se muestran fuertes y grandes, me incitan a tomar asiento y acepto con torpeza. Al sentarme me noto algo incómoda, pero no lo suficiente como para alejarme de quien me brindó amparo.

    Deseo no pensar en tantas cosas, lo deseo, pero no tengo fuerzas para alejar de mi mente aquella escena tan caótica y sangrienta.

    «Era él, eran sus manos, su mirada, fue Ethan». Mi mente me recuerda y se vuelve tan obsesiva que fastidia.

    Todo este tiempo he estado consciente de lo que experimenté a mis catorce años. Tengo una película montada en mi cabeza que no concuerda en absolutamente nada con lo que creí observar aquella tarde. Entonces pienso que: quizá todo sea parte de un episodio transitorio irreal; tal vez nada de eso pasó realmente; quizá necesite la ayuda que busqué en esa época… Mamá y papá dicen que son delirios, que la fobia que siento hacia Erick no es más que fruto de la discusión de aquel día, mi cumpleaños número catorce.

    En mi mente solo aparece la misma escena una y otra vez, y cada año que pasa voy recordando un fragmento más.

    Bajaba las escaleras de la casa de Ethan, un golpe en mi espalda y un paso en falso me hicieron rodar escalones abajo hasta quedar tendida en la alfombra del salón principal. Hasta hace un rato culpaba a Erick, no recuerdo haberle visto ahí, pero algo dentro de mí me hizo odiarlo, culparlo de aquel accidente que me dejó sangrando por horas.

    Y cuando vi a Et en la puerta de casa hace, mi mente se quedó en blanco. Vi numerosas imágenes transitar mi mente con una rapidez impresionante. La única imagen que logré descifrar fue el rostro de Ethan manchado de sangre, le ví bajar la mirada y enfocarla en sus manos ensagrentadas y temblorosas para luego pronunciar: —Perdóname.

    Todo este tiempo estuve culpando a la persona incorrecta. Y mis padres no fueron capaces de contarme nunca, mis preguntas jamás tuvieron respuestas y mi pasado solo fue eso, una página que fui obligada a arrancar de mi historia.

    «Me necesitas, nunca dejes de encontrar en mí las respuestas que buscas». Las palabras de Gael retumban en mi mente y miro mi reloj rogando para que marque las nueve. Me ha dicho que hablaríamos, y ahora mismo es lo que necesito.

    Las vibraciones de mi teléfono me alertan de la llamada que tanto esperaba y de inmediato contesto.

    —¿Gael?

    —Nay, ¿tanto así esperabas mi llamada?

    —Al grano, tengo preguntas.

    —Bien, ¿qué haces?

    —Las preguntas las hago yo.

    —¿Olvidas quién ha llamado?

    —¡No me interesa quien putadas ha llamado! Necesito respuestas —digo esto último por lo bajo y lo siguiente en escucharse es la voz de una chica al preguntar: —¿Necesitas algo más?

    —No, gracias Didi —le contesta él.

    Por otro intervalo de segundos escucho murmullos y cosas que no entiendo. Frunzo el ceño y cuando estoy a punto de mencionar su nombre, Gael habla: —Relájate, ¿qué te ocurre?

    —No me ocurre nada, ya te dije lo que quiero —espeto negada a contarle el porqué de mi estado.

   —No sabes cuan cariñosa eras, ahora estás demasiado agresiva.

    —¡¿Podrías por el amor de Dios retomar mis palabras y no desviarte más del tema?! Yo… —pronuncio y mi voz se corta. Una lágrima rebelde se escapa de uno de mis ojos y un nudo se forma dolorosamente en mi garganta.

   —Tú eres hermosa —continúa mi comentario y pese a todo mi drama consigue sacarme una sonrisa—, no llores o arruinarás el adjetivo que acabo de decirte.

    —Gra… gracias —respondo limpiando las demás lágrimas que siguieron a la primera.

    —¿Qué quieres saber?

    —Ethan, ¿sabes algo de él?

    —Algo…

    —¿Qué es ese algo?

    —Ethan me ponía muy celoso ¿puedes creerlo?

    —¿Cómo dices? —Lo dicho me confunde aún más.

    Con cada comentario me deja claro que en alguna etapa de mi vida tuve la oportunidad de conocerlo. Pero, ¿cómo es posible que lo halla olvidado y por qué? Recién recordé algo de lo que estoy segura que no viví, ¿qué le pasa a mis recuerdos? ¿mis padres saben de esto? ¿a caso padezco de alguna enfermedad que me hace olvidar detalles de mi infancia?

SEGUIR LEYENDO…

Loading


Deja un comentario

error: Contenido protegido
%d