“Cuando entras en coma, el alma puede estar lejos de su cuerpo y seguir con vida. Cuando duermes, el alma puede desprenderse y verte dormir. Los casos son variados y no todos corren con la suerte de aparecer en los lugares que su conciencia los lleva”
Si no lo estuviese viviendo, lo que dijese un día el charlatán de Marius, seguiría siendo una tomadura de pelo para Leonardo.
Lo que no entiende, es porque sigue atrapado en una habitación de hospital, sin poder dejar su cuerpo y Dani llego a él con gran facilidad. Las preguntas sin respuestas lo torturan, ha visto a su padre y a Richard desesperados, jamás pensó conocer el lado humando de su progenitor, está sufriendo mucho por su estado.
No ha vuelto a ver a Daniela, ni a su madre, la espera entre esas cuatro paredes lo está desesperando, tanto silencio, tanto dolor a su alrededor y no es capaz de volver a su cuerpo. Ha hecho el intento de meterse como lo ha visto en las películas, pero nada funciona, termina atravesándolo y cayendo al piso, lo que lo hace preguntarse ¿Por qué diablos no lo atravieso hasta el centro de la tierra?
No ha sido capaz de cruzar las paredes, es como si una fuerza magnética lo atara a su cuerpo.
¿cómo es que lo hacía, Dani?
Se pregunta, un tanto ingenuo. Lo que lo lleva a reprochar su presente, no ha logrado cumplir sus sueños, pero sí los de su padre. Quería que se sintiera orgullo de sus logros, hacer méritos suficientes para qué le confié el secreto de su madre.
Y ¿Qué gano con ello? ¡Nada! Solo mentiras, tras mentiras, pretextos estúpidos que solo me llenaron de miedos. Quiere odiar a mi padre, pero no puede, el verlo llorar amargamente como jamás lo había hecho, lo acongoja, no es un extraterrestre sin alma.
Y mientras pasa el tiempo, sigue dando vueltas en la habitación, caminando de un lado a otro con las manos en la cabeza, golpeando las paredes de vez en cuando, en estos momentos poco o nada le importa vivir, su cuerpo es solo un maldito pedazo de carne muerta, ya los médicos lo dijeron, será casi un milagro si pasa la semana. Puede estar en estado vegetativo por tiempo indefinido y no quiere seguir atado a su cuerpo, hasta que su padre decida ponerle fin a su dolor. Ni siquiera puede salir y recorrer el pasillo sin sentir que unos enormes bloques de acero atan sus pies. Cada vez que intenta alejarse más de tres metros de su cuerpo, un dolor en el corazón lo derrumba y la maldita angustia disminuye su pulso cardiaco, en otras palabras; muere cada vez que intenta estar lejos.
En eso ve llegar a su padre, se acerca con semblante demacrado, angustioso, sus ojos siguen hinchados por llorar tanto. Y parece que no ha dejado el hospital para cambiarse de ropa o tomar un baño.
— Lamento tanto haberte causado este daño, hijo mío. Si te hubiese dicho quien era Amber en realidad, nada de esto hubiese pasado. Pero tenía vergüenza de que me vieras en unos videos en la cama con ella, tenía miedo de lo que dirías cuando escucharas los audios de mi confesión, pasado de copas. Las cosas no fueron tal cual las dije. ¡Sí! Tu madre murió por mi culpa, pero yo no provoqué esa muerte, intente salvarla, quise darle una vida y si nunca te hable de ella, fue porque para mis padres, Natalia nunca fue digna. Su pasado no importa, solo debes saber que te amó mucho desde el primer día que estuviste en su vientre y yo fui muy feliz con ella a pesar de que nunca fuimos de la misma clase social.
Lo que Leonardo escucha, lo entristece, su padre abre el corazón en el peor momento de su existencia, ¿de qué servía lo que le decía ahora? Si nada de eso lo iba a hacer regresar a su cuerpo, lo que tanto deseaba oír de su madre, lo que tenía que decir de Daniela y su relación, de su amigo, de su vida misma, ya no tenía importancia, pero escucho hace su corazón se descontrole. Se sentía agitado, sofocado, no lo estaba ayudando a reaccionar, sino a morir. El sonido del marcador cardiaco empieza a hacer ruido.
— ¡No, no, no puedes fallarme ahora! — grita Leonardo desesperado, viendo con angustia que estaba muriendo.
—¡Hijo! Debes luchar, por favor no mueras ahora, no puedes dejar desampara a tu hija ¡Si me estás escuchando! ¡Debes vivir! ¡Por favor! Fernanda te necesita, no puedes dejarla sola.
Al instante aparecen los médicos para echarlo de la habitación, su hijo estaba tenido un paro cardíaco. Las lágrimas rodando por las mejillas de su padre, le dicen que no miente. Tenía una hija. ¿Cuál de toda las mujeres con las que había dormido en el club sería la madre? ¿Por qué nunca se lo dijeron?
Tiene que saber la verdad, su padre sigue hablando entre dientes, como enfocándose en sus oraciones y en esa verdad, así que lo sigue hasta la puerta y el espacio empieza a tornarse nubloso.
“¡Rápido! Preparen el desfibrilador” gritaba el médico en la habitación.
Pero él sigue caminando, sabiendo lo que provoca en su cuerpo. Con gran dificultad cruza la puerta, quizás porque estaba muriendo metros más atrás.
“Una vez más. Tres, dos, uno ¡despejen!”
“¡Lo perdemos!”
“¡Carajo! ¡Una vez más. Tres, dos, uno, ¡despejen!”
Los médicos luchan por traerlo de vuelta y él se aferra a su padre para escuchar lo que su corazón quiere saber. Amador sigue llorando, mirando por la ventana pequeña de la puerta el esfuerzo grande que hacen los médicos para mantenerlo con vida. En este momento no tiene ganas de reclamar algo, quiere escuchar esa verdad que quizás nunca vas a decir otra vez.
—Tienes que vivir para conocer a la hija, que tuviste con Dani, tu único gran amor. Nunca quise mentirte, pero las circunstancias lo ameritaron ¡Perdóname, hijo mío!
Mientras lo escucha su corazón deja de latir, de un segundo a otro regresa junto a su cuerpo, los médicos y enfermeras luchan, pero parece una batalla perdida.
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