He vuelto por ti – Capítulo 61

Daniela ha despertado, desorientada, sudorosa y asustada, como despertando de su terrible pesadilla, observa a su alrededor. Sentada sobre la cama, con las manos en el pecho, respira con dificultad tiembla, por un instante parece no darse cuenta de donde está.

—¡Hija! —dice su madre acercandose, emocionada.

Ella no responde, ni siquiera los mira, solo se deja caer otra vez sobre la cama, como entrando de a pocos a su realidad.
Sus padres se acercan, Fernanda y Antonio también lo hacen.

Ahora desvía la mirada hacia los presentes y se asombra, no los reconoce con rapidez, tras examinarlos unos segundos, habla.

—¡Mamá! ¡Papá!
—Sí, somos nosotros —se acerca su madre.

—¿Y quiénes son ellos? — Le pregunta mirando hacia Fernanda y Antonio —¿Qué hacen aquí?.

Eso hace que Fernanda llore y voltee para a abrazar a su nuevo amigo.

—¿Por qué llora? —Interroga Daniela indiferente ante el gesto de aquella extraña.

—¡Antonio! —Habla el padre —¡por favor! Llévala a fuera un momento, mientras hablamos con Daniela.

Están saliendo, cuando ven llegar a los doctores. Deben examinarla cuanto antes.

— Dijeron que esto pasaría, pero no pensé que me doliera tanto —Le dice Fernanda.

—Conforme pasen los días te irá recordando, estoy seguro—Expresa, Antonio —Pero necesitas ser fuerte, tal como lo has hecho todo este tiempo.
—Sí, tienes razón.

Fernanda se ve muy triste, observa desde la puerta a los médicos examinar a su madre y deja correr sus lágrimas, estrujando el corazón de Antonio.

—¿Crees que puedas hacer algo para que me recuerde algún día?
—Lo intentaré —Dice con firmeza sabiendo que estaba prometiendo un imposible.
—¿Sabes? Antes de que mamá despertara te vi hablando solo, con el teléfono en las manos, mirando hacia la pared ¿Hablabas con ella?

—Sí. Desde ayer tuve la sensación de que estaba cerca, pero no podía verla y hoy al fin pasó. Estaba desorientada y asustada, pues creía que nunca podría dejar a Leonardo.
—Hasta hace unos meses, si alguien me hablaba de esto, terminaría riéndome en su cara. Esto suena a historia muy fantasiosa, tan irreal, que, sin embargo; existen.

—Cuando le dije quien eras, se emocionó, por eso estoy cien por ciento seguro de que volverá a tenerte en sus recuerdos.
—Escucharte me tranquiliza. Creo más en tus palabras que en la de los médicos. Te lo juro —sonríe— Bueno, lo digo por lo del tema espiritual y los milagros de la vida, cosas que para ellos no tiene explicación científica.

Mientras ellos ríen de su agradable plática afuera, en la habitación, Daniela intenta ordenar sus recuerdos, pues por alguna extraña razón es como si se hubiese congelado en ese día antes de que Leonardo desapareciera de su vida. Creía tener dieciséis años, por eso el notar las arrugas en los rostros de sus padres la asustó y luego, al ver a Fernanda, fue como si hubiese visto a la hermana de Leny, fue realmente extraño, ya que él era hijo único. Sin embargo, al verlo junto a ese hombre le hizo creer que se trataban de personas ajenas a su entorno.
Un sinfín de preguntas invaden su cabeza, las dudas la asechan y el miedo estruja su corazón, pero los abrazos de sus padres paren curarlo todo. Poco a poco ellos responden sus preguntas de la mejor manera posible, sin alterarla, tal como lo dijo el médico.
Le explicaron que no había estado dormida desde los dieciséis años, como creía, sino seis años.

—Solo estás desorientada, pero pronto podrás recordarlo todo —agrega la madre.
—¡Dios! —Deja un suspiro —¿Y quiénes eran los que salieron? —Les pregunta a sus padres mientras ellos le sostienen la mano.
—El joven moreno, es un Médium famoso de Barcelona, es tu amigo y la joven bonita de ojos verdes, tiene dieciséis años y es tu hija —agrega la mamá.

—¿Cómo es posible que tenga una hija de dieciséis años? Eso sería como si Leonardo y yo… ¿O Sí?
—Cuando se fue te dejó embarazada —Expresa su padre —Fue una etapa difícil en tu vida, ese día tomaste una decisión drástica y nosotros te apoyamos.
—Entonces, ¿Él no volvió? —interroga apenada.
—Ese es un tema extenso y aún no es el momento para hablarlo, cariño. Lo que tienes que saber es que Fernanda te ama, desde que te internaron no ha dejado de visitarte un solo día—termina mencionando su madre.

—Me siento tan mal —expresa Daniela, con tristeza
—Hija, ¡tranquila! No quiero que te alteres —interviene el padre — estábamos listos para esta pérdida de memoria, por así decirlo, ya el médico nos lo había informado. Solo que Fernanda es muy sensible.
—Quiero verla.
—Por supuesto, cariño, voy por ella— dice la madre saliendo presurosa de la habitación.

Instantes después regresa con Fernanda, la dulce chica se veía sonriente, emocionada, tan bonita y tenía tanto de Leonardo, si bien no tenía recuerdos, sin duda era su hija, su corazón la reconocía.

—Acércate, cariño— pide a Daniela, que llega hasta la cama y toma su mano.

—Hola, mamá, me llamo Fernanda, cumplí dieciséis hace poco, hemos sido muy buenas amigas a pesar de que en los últimos meses nos distanciamos.

—Hola, pequeña.
—Compartimos muchos momentos bonitos, también peleamos como suele pasar ¿Verdad?
—Sí.
— Reímos, lloramos juntas y celebramos tus logros, me distes muchos regalos, pero este es el más especial —le muestra el colgante que traía en su cuello. —me regalaste esta medallita cuando cumplí diez, pusiste una fotografía tuya y dejaste este espacio para poner la foto de papá.

—Perdóname por no decirte quien era antes.
—No te preocupes por ello, no me hizo falta conocerlo para poder quererlo como un padre. Me moldeaste uno, con tus historias, con tu gran amor. Pero… —deja correr sus lágrimas, pensando en lo terca que se volvió los últimos años, y la necesidad de conocerlo que provocó ese accidente. Se sentía culpable y tan avergonzada.

—¡por favor! No llores, eso terminó, no voy a negarme que lo conozcas, no dejaré que estés lejos de él un día más. Si tu deseo es conocerlo, llegó el momento que lo hagas. Es tu derecho.

Con ternura la va acercando a su pecho hasta envolverla. Fernanda deja correr sus lágrimas y lentamente reclina su cabeza hasta su pecho y llora junto a su madre.

—Solo quiero decirte que me alegra mucho que hayas despertado, que te amo, que estoy muy orgullosa de ser tu hija.

—Y yo de ti, no pude haber tenido una hija mejor que tú, Fernanda.
—Me encargaré de hacerte recordar todo, lo prometo —solloza

—Tu recuerdo sigue aquí en mi corazón. Él no te ha olvidado y sé que pronto podré recordar cada uno de los bellos momentos que hemos pasado juntas. Si no, crearemos unos nuevos —besa su cabeza —El destino me entrega una segunda oportunidad, no voy a desperdiciarla. Haremos cosas que nunca hemos hecho, viviremos la vida al máximo, sin miedo alguno. ¿Te parece?

—Esta idea me gusta mucho— sonríe.

Por unos segundos más sigue abrazando a su hija, suspirando y sintiendo que el corazón late descontrolado y feliz. Lleva la mirada a sus padres y los ve llorar emocionados. Les extiende la mano y les pide acercarse. Ambos no tardan en unirse a ese abrazo familiar tan grande. Mientras Antonio observa desde fuera.

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