20. Tengo dueña

Orlando vio que Marta, Harry y otra mujer entraron al edificio para discutir a causa de la última que llegó. Seguramente era una amante del futbolista, Marta no notó que la había seguido, pero lo hizo y se había estacionado en la calle de enfrente. Se sentía tonto espiándola, pero aún no se quitaba de la cabeza y el corazón a esa cambiante mujer.

Tal vez el motivo fue lo que le dijo en la fiesta, antes de salir huyendo. Pensó subir a verla cuando Harry se hubiera marchado, tal vez más tarde. No podía forzarla a estar con él, ya le había propuesto que se fueran y lo rechazó al regresar con Harry. Regreso al auto e iba a ponerlo en marcha cuando notó que algunas personas miraban con curiosidad al interior del edificio. Algunos se quedaban y otros preferían apresurar el paso.

Encendió el coche justo cuando escuchó una detonación que heló su sangre.

Sin pensarlo bajó con rapidez del auto, cruzó la calle. Corrió unos pocos metros y se abrió paso entre los curiosos. Alguien estaba llamando a la policía. Mentalmente, suplicó que Marta estuviera bien.

Rompió el cristal ayudado por otros y entró.

—¡Marta! —la llamó con miedo—. ¡Marta!

En la escalera que conducía el segundo piso estaba la mujer que la acompañaba, sentada y golpeada. Su boca sangraba, su estado era de shock y además tenía un arma en la mano.

Orlando buscó rápidamente a Marta y halló su cuerpo bajo el de Harry, quien recibió un disparo en la espalda. Marta tenía los ojos entreabiertos y murmuraba algo.

Orlando apartó el pesado cuerpo de Harry y sintió terror cuando la oyó respirar con dificultad.

Había sido golpeada de nuevo, pero esta vez con toda la brutalidad que solo un enfermo mental desalmado como Harry pudo hacerlo.

Quiso abrazarla, pero ella se quejó.

—¡Nunca debí dejarte! —murmuró él a punto de llorar. Marta tenía un golpe atroz en la cabeza, pues al parecer la había estampado más de una vez contra el muro antes de que Selena le disparara.

Miguel era médico del hospital a donde nuevamente llegó Marta y fue inevitable sentirse afectado al ver su condición.

—Lo de menos son los huesos rotos, fue golpeada en la cabeza y no ha reaccionado. Si despierta no sabemos en qué condiciones lo hará.

—¡Maldito Harry! —replicó Orlando entre dientes—, ojalá y se muera.

—No tendrá tanta suerte —dijo Miguel—. Lo más probable es que no vuelva a caminar y adiós carrera brillante, sobre todo adiós libertad porque en cuanto se recupere irá a juicio porque Selena lo demandará.

—¿Qué pasó con ella?

—No lo sé, pero gracias a su abogado sé que no irá a la cárcel.

—Supongo que no puedo ver a Marta.

—No, vamos a esperar a que se recupere. Será mejor que regreses a la recepción, si mi hermana se entera de que no estás empezará a preguntar.

—Sí, será mejor esperar a su regreso de la luna de miel.

En la fiesta se tornó ensimismado y su acompañante femenina lo notó.

Richard, inducido por su esposa, le preguntó por Marta y Orlando solo les dio a conocer una parte de la historia: Harry y Marta terminaron su relación.

Esa misma noche, en el hotel, Odette le preguntó a Orlando la verdad acerca de Marta.

—Creí que no te interesaba lo que ocurría con ella —le dijo.

—Nunca dije tal cosa.

—¿Qué clase de amistad tenían?

—La misma que tenemos tú y yo.

—Pues es muy raro, porque prácticamente me ignoraste después de verla. Parece que sientes algo por ella.

—No parece —resopló Orlando distrayéndose en la decoración del cuarto de Odette, luego la miró con pesar y preocupación—. Aún la amo y ahora me estoy muriendo por estar a su lado. En estos momentos daría mi vida con tal de verla sana otra vez.

—¿De qué hablas? —inquirió Odette—, yo la vi perfectamente bien en la fiesta.

Orlando asintió y se pasó una mano por la frente con nerviosismo.

—Sí, pero sufrió un ataque. Su novio la golpeó hasta dejarla inconsciente. Marta está muy mal —dijo Orlando con los ojos húmedos logrando conmover a Odette—. Miguel, el médico que la atiende, me dijo que si recupera el sentido podría tener consecuencias y yo no sé qué hacer para ayudarla. Me siento culpable por haberme ido. Debí haberme quedado para convencerla de dejar a Harry y cuando la seguí no debí quedarme en el auto esperando —pausó para recuperar la calma.

—Debo imaginar que no regresarás a Manhattan Beach mañana.

—No, me quedaré con ella.

—¿Y el trabajo? Recuerda que acabamos de conseguir un buen contrato para la sucursal.

—Tú podrás hacerlo bien.

—Pero no quiero hacerlo sola.

—Vas a tener que…

—Orlando, esa mujer no siente nada por ti. No tires a la basura, lo que apenas comienza —quiso acariciar su rostro.

—De nada servirá que me vaya —la apartó— si mi mente está aquí, quiero que entiendas eso.

—Orlando —se le acercó una vez más para colocar las manos en su pecho e intentó besarlo, pero él la rechazó a tiempo.

—Quítate de la cabeza cualquier interés que no sea profesional, yo solo tengo un corazón y ya tiene dueña.

—¿Y si no quiero?

—Será mejor que te alejes de mí, porque no pienso abandonar nunca más a Marta.

La mujer sintió que perdió en ese momento la última oportunidad de conquistarlo. Marta no lo amaba y él tendría que darse por vencido.

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