27. Atrevida-epílogo

Marta no paraba de hablar con Juliana

—Vas a venir con Richard, fantástico.

Orlando se acercó a Marta y le arrebató el teléfono.

—Más vale que vengan pronto —dijo él a su amiga— porque mi dolor de cabeza va a convertirse en mi esposa.

Marta frunció el ceño, luego abrió la boca sorprendida.

—¿Oíste eso, Juli? —casi le gritó por el auricular antes de abrazar a Orlando y besarlo largamente, colgó la bocina y se miraron, ella emocionada y él con más amor que nunca.

—Leí tu carta —confesó confundiendo a Marta, luego se apartó para tomar el papel. Automáticamente, la dicha de la joven desapareció

—¿Por eso te quieres, casar por lástima?

—No es por eso… Por favor Marta, nos conocemos hace más de un año.

—¿Cuándo la leíste? ¿Anoche? ¿Por eso me hiciste el amor?

—No nos confundamos —le pidió Orlando—. Yo nunca te dije lo que sentía por ti porque estabas con Harry, pero desde que te conocí me enamoré de ti y si usas tu maravillosa inteligencia sabrás que es así. Fui más que tu amigo. En ningún momento me separé de ti y eso solo lo hace un enamorado… yo… créeme por favor.

Marta miró sus ojos angustiados y supo que actuó demasiado dramática.

—Te creo, porque también te amo.

Orlando se emocionó al oírle decir esas palabras. Se abrazaron, se besaron y él se apartó.

—Te voy a hacer una prueba, solo para estar seguro de lo que acabas de decir.

Salieron al estacionamiento y se pararon frente a la minivan. Orlando sonrió.

—¿Qué tanto me amas? —inquirió él ante la confusión femenina. La chica de minifalda se apoyó en una pierna y se quedó pensativa.

—Mmm, tanto como para llenarte esa camioneta de niños —dijo muy segura, con coquetería y Orlando se rio.

—Eso es justo lo que quería escuchar.

—¿Sí? —dijo confundida. Orlando seguía riéndose cuando volvieron a la oficina—. ¿Por qué te ríes? —le preguntó—. ¿Qué es tan gracioso? —la abrazó cariñoso en el momento en que un cliente iba entrando. Se apartaron de inmediato. Lo atendieron, pasaron a la oficina de Orlando, poco después el publicista regresó para pedirle unos cafés.

—¿Me vas a contestar que te causó tanta gracia? —insistió la chica.

—Mi vida me encanta tu ingenuidad y me sorprende, pero ya lo entenderás con el tiempo —murmuró acariciándole el estómago. Regresó a la oficina, luego regreso para besarla largamente. Marta se sentó tras el escritorio tratando descifrar sus palabras después de llevarle el café. Se puso una mano en el vientre y fue hasta entonces que la sorpresa se dibujó en su rostro. Sería maravilloso cometer esa locura con ese hombre. En ese momento contestó el teléfono, era Juliana de nuevo.

Orlando hablaba de su trabajo con los clientes en un plano completamente profesional cuando los interrumpió una plática de índole personal.

—Dentro de un mes estaré totalmente embarazada. Orlando anoche estuvo sensacional y esta mañana mejor ni te cuento.

Orlando evitó mirar a sus clientes. El hombre y la mujer elegantemente vestidos lo miraron conteniendo una risita, pues habían hablado de hacer un comercial atrevido.

—Como pueden escuchar tengo una buena fuente de inspiración —dijo apenado.

Por la tarde, de regreso a casa y tras haberle contado a Odette lo ocurrido, la mujer no paró de reír. Orlando decidió que debía buscarle solución a la extrovertida boca de su futura esposa. Marta aceptó controlarse, pero a cambio de que se detuviera mitad de la carretera. Orlando temió que le propusiera algo loco, pero aceptó, ya había oscurecido.

Minutos después de verla desaparecer entre los árboles regresó sonriente.

—Listo, vámonos —Orlando siempre supo que Marta era una chica atrevida, a veces desvergonzada, pero muy muy sincera. Confiaba en ella y sabía que lo amaba con la misma intensidad. Era como una criatura salvaje y jamás ocultaría la clase de ser humano que era y por eso estaba loco por ella. La esperó mucho tiempo y finalmente estaban juntos y sabía que sería para siempre.

—¿Qué me ves? —preguntó ella con una sonrisa—. No me digas que me mirabas el escote —bromeó.

—Sí, ¿hay algún problema?

—Uno muy grande —dijo pícara y Orlando supo que su temor original se iba a convertir en una excitante realidad. Comenzaron los besos y las caricias hasta llegar a un punto candente en el que Orlando ya no pudo contenerse más.

—Ay no, tengo que ir otra vez… —interrumpió y él regresó a su asiento mientras Marta salía de la camioneta. Sintió que ambas cabezas le iban a estallar cuando de pronto por la ventana entraron volando unas bragas. Se rio nervioso y salió al encuentro de su pequeña loca. 


EPILOGO

El juicio terminó un año después y Harry fue a prisión. No fue fácil para ninguna de las mujeres enfrentarlo, sin embargo se unieron más mujeres a testificar en su contra.

Marta dejó las cenizas de su abuela al lado de la tumba de su madre y se sintió satisfecha por haber roto la mala suerte en el amor de las mujeres de su familia. Orlando estaba a su lado cuando de repente se sentia debil, pero su amor incondicional la sostenía y le daba fuerzas para avanzar y saber que la felicidad si podía ser completa.

Se casaron después de un año viviendo juntos y tres años después cuando la fusión de Elite creció en varios estados del país le anunció su embarazo. Tuvieron un niño hermoso y la chica se retiró un tiempo para cuidar del pequeño. Odette no era rival pues al cabo de un tiempo encontró también el amor y llegaron a ser buenas amigas y sus hijos comenzaron a crecer juntos.

Marta sabía que era afortunada, que la vida era buena y que no tenía caso seguir viviendo en el pasado, que lo que que tenia con Orlando comenzó como una amistad honesta y que el amor en que se convirtió, por esa base tan desinteresada, lo convertía en una relación fuerte y duradera, aunque a veces lo impacientaba, sin embargo Orlando reconocía que ella era la chispa que le daba emoción a su existir. Marta era el mejor desafío de amor que tenía a diario pues su esposa era la prueba de que una relación como la de ellos iba más allá de cualquier deseo superficial. 

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